jueves, 30 de julio de 2009

GARCIA LORCA Y EL TANGO

De sus tres ùltimos años de vida, Federico pasò casi dos en Buenos Aires. Su presencia conmocionò a la intelectualidad de entonces y han quedado huellas de su interès por nuestro tango y especialmente, por el habla lunfardesca, ese argot que le reocrdaba al calò de su tierra.

Federico García Lorca arribó a Buenos Aires el 13 de octubre de 1933, precedido de cierta fama. Sus Poemas del Cante Jondo, El Romancero Gitano y sobre todo Poeta en Nueva York lo afirmaban como un escritor sorprendente, inspirado y polifacético

Edmundo Guibourg, nuestro gran crítico teatral, dejó estas memorias:

...Cuando en 1934 (sic) vino García Lorca a Buenos Aires, la primera persona que buscó fui yo. La razón estaba en que el éxito que tuvo Bodas de sangre en Buenos Aires con Lola Membrives se debió mucho a los críticos como Octavio Ramírez (de) La Nación, Pablo Suero (de) La Razón y principalmente yo, en Crítica...Conseguimos gravitar sobre el público para que fuera a verla y cuando fue a verla, evidentemente comprobó que la obra tenía asidero suficiente para ser un éxito. Pese a su fracaso en España....



No debió ser casual que Federico fuese alojado en el Hotel Castelar de la Avenida de Mayo. El Castelar albergaba desde 1932, en un local del subsuelo, a los integrantes de la peña literaria Signo. Una agrupación distinta de otras del mismo tipo, pues tenía además de sus vocaciones por las letras y las artes en general, un espíritu de club. Uno de sus mayores entretenimientos era el baile, donde el tango, por supuesto, era el rey.

Su regreso a España se demoró hasta el dia 27 de marzo de 1934.. Su paso por Buenos Aires había sido triunfal.


Ya en Madrid recordaba, no sin un dejo de nostalgia, sus días porteños: Nadie sabe, Buenos Aires lejano, Buenos Aires abierto en el fondo del tallo de mi voz, el interés y la jugosa inquietud que me embargan cuando recuerdo tu trágica vitalidad

Federico había conocido el tango en España. Ian Gibson , su màximo biògrafo, agrega que, incluso, había ensayado algunas composiciones de este género. En la década del 20 tanto Gardel como Canaro y luego el trío Irusta, Fugazot, Demare, habían actuado con gran suceso en la península. Al llegar a Buenos Aires, además de su vinculación con la intelectualidad porteña, tomó contacto con la gente del tango.

Así como en Harlem había ido en busca de la música negra y en La Habana se había entusiasmado con los delirantes ritmos del son, ahora, pájaro nocturno de siempre, dedica numerosas madrugadas a sentir tangos... Son palabras de Gibson.

No ha quedado memoria de los itinerarios cumplidos. Pero, ¿qué duda cabe que Federico anduvo la noche de Buenos Aires por los caminos del tango?

En el estreno de Bodas, hubo de improvisar un discurso de agradecimiento al público. Dijo cosas imborrables:

En el comienzo de mi vida de autor dramático, yo considero como un fuerte espaldarazo esta ayuda de Buenos Aires, que corresponde buscando su perfil más agudo entre sus barcos, sus bandoneones, sus finos caballos tendidos al viento, la música dormida de su castellano suave, los hogares limpios donde el tango abre en el crepúsculo sus mejores abanicos de lágrimas.

Quizás sintiera aquello que alguna vez dijo Waldo Frank: España y la pampa se juntan en el tango, en un mismo latido de sangre.

Entre los personajes de la noche porteña, trabó amistad con Carlos de la Púa (El Malevo Muñoz, escudo literario del periodista Carlos Raúl Muñoz) el autor de La Crencha Engrasada, que llevó a la máxima expresión poética las posibilidades del lunfardo. Dicen los testigos de aquellos encuentros, que Federico se sintió vivamente impresionado por esa jerga que, a la manera de Francois Villón, sacudía las entrañas de la poesía extrayendo los fermentos del bajo mundo.

Tuvieron muchos encuentros en los cuales Federico debe haber indagado sobre los herméticos vocablos del habla marginal. Se sintió subyugado por la atmósfera que de la Púa creaba en sus poemas donde conviven ladrones y prostitutas, malevos y cafiolos. Tenía una natural inclinación para sentir esos versos:

Yo creo que el ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de los perseguidos. Del gitano, del negro, del judío...del morisco que todos llevamos adentro. Granada huele a misterio, a cosa que no puede ser y sin embargo es....”

Con El Malevo, Federico aprendió, seguramente, los secretos de la noche porteña intimando con músicos, letristas, poetas, autores teatrales y bohemios. Debió frecuentar la hoy desaparecida Confitería Real y el Gran Café Tortoni. Se asegura que solía comer sus buenos pucheretes a la española (que él jocosamente llamaba “a la argentina”) en el Viejo Tropezón de la calle Callao. Su presencia fue inevitable en los sitios de moda y en los baluartes del tango y de la amistad de la Buenos Aires de los años 30. Mimado, aplaudido, endiosado, debió cosechar afectos a granel.

César Tiempo dejó estos recuerdos en el Suplemento Literario del diario Clarín del 1º de julio de 1971.

El 13 de octubre de 1933 llegó Federico García Lorca a Buenos Aires. Una semana más tarde las prensas de la Sociedad de Amigos del Libro Rioplatense, lanzaban Sabatión Argentino y agredí al poeta con un ejemplar. Me escribió, fui a verle...

Federico era la exhuberancia en persona. Sus ojos, su voz, su frente, denunciaban una inteligencia en constante ignición; sus risas, sus palmadas, su modo de tomarlo a uno del brazo y echar a andar alrededor de un mueble o a lo largo de la calle, decían de su cordialidad de muchacho....A la media hora de conocernos sabíamos tanto de nuestras respectivas existencias, él de la mía y yo de la suya, como sinos hubiéramos tratado toda la vida. Y nos tuteábamos....

Entre las muchas cosas infantiles que le encantaban era enfundarse en una camiseta de marinero, conflagrada de azules que le había regalado Enrique Amorín y con la que iba a despertar a gritos a las palomas de Plaza de Mayo a la hora ambigua del amanecer....

El 6 de noviembre de 1933 se llevaba a cabo en el teatro Smart (hoy Blanca Podestá) con la dirección de Enrique Guastavino, el ensayo general de mi comedia “Ël teatro soy yo”...Federico vino al ensayo acompañado por Pablo Suero...Permanecieron hasta el final....Salimos del teatro pasada la medianoche. En Corrientes y Libertad una sonrisa y dos brazos vinieron a nuestro encuentro. Hubo un revuelo de curiosidad a nuestro alrededor. El hombre del encuentro era Carlos Gardel. Le presenté a Federico. Se confundieron en un agrazo. Fuimos al departamento del cantor. Naturalmente que no tardaríamos en escuchar a los dos. Gardel cantó acompañado de su guitarra, con ese gesto tan suyo de inclinar la cabeza sobre los mástiles como si quisiera auscultarla... Caminito, Claveles mendocinos, La tropilla, Mis flores negras, ganaron para nuestro cantor la simpatía generosa y efusiva de Federico. Cuando se despidieron, qué lejos estábamos de pensar que ambos no tardarían en partir para ser quemados por la ciega iniquidad del fuego uno, por la de los hombres otro.

Tiempo recordó muchas veces este encuentro. Lo dejó escrito en sus trabajos. Lo repitió el 25 de agosto de 1966 en el salón de la Sociedad General de Autores de la Argentina. Lo repitió en el Suplemento Literario de Clarín.

Debemos creerle a Tiempo para no cometer la irreverencia de dudar de sus recuerdos. Pero de este supuesto encuentro entre Lorca y Gardel hay más de una versión. Ben Molar me ha confiado que fue uno de los testigos.

Una noche, una histórica noche, vimos salir de la Real a dos personajes mitológicos de Buenos Aires. (Gardel y César Tiempo) Cruzaron la calle Corrientes y en el hall del teatro Smart -hoy Blanca Podestá- estaba otro personaje también mitológico. Desde la esquina nosotros imaginamos la presentación que Tiempo hizo de Gardel a Federico...y vieron el abrazo fraterno entre el cantor y el poeta.

A pesar de que Lorca no mencionó a Gardel en ninguno de sus recuerdos porteños, Gabriel Manes -amigo al que Federico le dedicara uno de los manuscritos del Retablillo de don Cristóbal- narró que aquella noche el cantor le habría dicho al poeta granadino: “Hermano ¿cuándo vas a escribir un tango? Ustedes los andaluces son sentimentales como nosotros”

No hay constancias fidedignas, pero aún así la reflexión es válida: el cante jondo tiene también ese sentido trágico de la vida como el tango, en especial cuando canta males del alma. El tango como el flamenco es un arte horneado en la noche, siempre con una pátina de semiclandestinidad; cantos del pueblo que el pueblo canta porque siente son parte de su esencia y de su expresión.

En cambio hay certeza de que Federico hizo buena amistad con Enrique Santos Discépolo . Se conocieron en los primeros meses 1934 y se volvieron a encontrar en 1936 en España en ocasión del viaje de Enrique y Tania a la península. Tania recuerda:

En ese tiempo español con nubarrones de la guerra civil que se desataría a poco de nosotros dejar la península, conocimos a mucha gente...Ninguno nos dejó la impresión indeleble de Federico García Lorca, el bueno, genial y desdichado Federico. Dos años antes Enrique había simpatizado a mares con él en Buenos Aires e incluso había compartido nuestra mesa en el departamento de la calle Cangallo. De ese conocimiento, en España, resultó una amistad fraternal. Federico y Enrique caminaban y conversaban largas horas.

Le interesaba el tango y quería información: letras, títulos, anécdotas. Había profundizado hasta la esencia la canción popular española y se apasionaba por las mismas manifestaciones de todos los países, especialmente de la Argentina.

Enrique tuvo el privilegio de que Lorca le leyera el Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejía mucho antes de publicarlo, en un café de la Gran Vía, frente a la plaza de Callao. Federico debió de tener el privilegio que Enrique le adelantara algunas de sus letras. Los dos en una íntima comunión.

En España había ya presagios de guerra civil. Tania recuerda:

Enrique sintió que su España querida estaba al borde del enfrentamiento entre hermanos.

Gibson sostiene que Federico escribió algunos poemas pensados como tangos. Ignoro si es así, pero en el tango no faltan ecos de Federico.

Homero Manzi fue un hombre de buenas lecturas, un espíritu atento a las mejores expresiones poéticas de su tiempo. Y es fácil advertirlo ya que tampoco escapó a la fuerte influencia que Lorca ejerciera sobre los jóvenes poetas de entonces. En los versos de Milonga triste resuena nítidamente el Romancero Gitano; en Malena afloran metáforas lorquianas como sucede también en obras de Homero, Expósito: sus ojos de azúcar quemada / tenían distancias maduras de sol....

En la primavera española del 36 se oyó por última vez la voz de Federico desde una radio madrileña. Tenía apenas 37 años y una firme, clara y rotunda posición humanista:

Odio al que es español por ser español no más. Y soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta, por el sólo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está mar cerca de mi que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy nombre del mundo, hermano de todos.

Federico había elegido su muerte.

Discépolo conoció la noticia en el barco, de regreso a Buenos Aires: han asesinado a Federico García Lorca. En Granada, los fascistas han fusilado a Lorca escribieron casi todos los diarios de España. Antonio Machado lo lloró así:

Se lo vio caminar entre fusiles
por una calle larga
salir al campo frío
aún con estrellas de la madrugada.
Muerto cayó Federico
-sangre en la frente y plomo en las entrañas-
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
.......................................

Jotamario Arbelaez, el gran poeta colobiano, fundador del nadaismo sostiene que Federico fue mandado a asesinar por el esbirro Ramón Ruiz Alonso, después de sacarlo a rastras de la casa del poeta falangista Luis Rosales, quien le había permitido que se metiera debajo de la cama. Lo condujeron a la sede del Gobierno Civil al compás de sus bayonetas, lo trasladaron al pueblo de Visnar, lo vendaron, lo ubicaron de espaldas ante una fosa en la cual cayó luego de la ráfaga del pelotón de fusilamiento. No se sabe cuántos disparos recibió. Su verdugo lo acusaba de ser “socialista y agente de Moscú”.

Desde entonces reposan en los barrancos de Visnar, donde hay por lo menos un millar de restos de ejecutados en Granada durante la contienda civil
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lunes, 13 de julio de 2009

MUSICOS CULTOS QUE SE ACERCARON AL TANGO

BARONESA ELOÍSA D'HERBIL DE SILVA:
DESCONOCIDA AUTORA DE LA EPOCA
FUNDACIONAL DEL TANGO


¿Quién era esta dama desconocida por los historiadores del tango? Una pista la encontramos en la página 187 del Diccionario de Mujeres Argentinas de Lily S. de Newton: Pianista y compositora nacida en Cuba en 1852. Pasó la mayor parte de su vida en la Argentina. Era hija del barón Josef d"Herbil y de la duquesa Raquel Angel de Cadia (sic) y se casó en primeras nupcias con Leon Saint Romain. Luego lo hizo con Federico de Silva y Barboza. Empezó a dar recitales en la niñez, presentándose ante las cortes europeas. Poseía gran cultura y hablaba varios idiomas. Escribía para piano, canto y recitado. En Buenos Aires tomó parte en conciertos de beneficencia, como el que se realizó para las víctimas de la epidemia de cólera en 1868. En esa oportunidad el propio Sarmiento la condujo al escenario. Su casa era visitada por personalidades de ese tiempo como Mitre, Alberdi y Estrada. Entre sus composiciones se cuentan: Las golondrinas, Ultimo adiós, Saltarella, La Virgen de Luján, Marcha y Plegaria (estas dos escolares), A orillas del mar, Minuet con variaciones, Patria, Marcha Fúnebre a Sarmiento, Che,no calotiés (tango), Vente a Buenos Aires, El mozo rubio, etc. Murió en Buenos Aires el 21 de julio de 1944.

Napoleón Cabrera, por su parte, indica como lugar y fecha de nacimiento la ciudad de Cádiz y la fecha el 22 de enero de 1846, si bien aclara que pasó gran parte de su niñez en Cuba donde su padre poseía vastísimas tierras. Según mis investigaciones, había nacido en Cádiz hacia 1842, muriendo en Buenos Aires, más precisamente en el barrio de Palermo donde la familia Silva D"Herbil había fijado su residencia definitiva en la calle Coronel Diaz 1763, el 22 de junio de 1943 a la edad de 101 años - La Prensa, jueves 24 de junio de 1943, pag. 12.- Es posible que la señora de Newton se hubiera confundido con la muerte de su hijo Mario ocurrida el 17 de junio de 1944.

Eloisa María Dolores Juana de la Santísima Trinidad D´Herbil (tal su nombre completo) fue discípula de Franz Liszt y, desde muy niña, deslumbró a las cortes europeas por sus dotes de pianista excepcional. Llegó a Buenos Aires -donde vivió por setenta y cinco años- hacia 1868; aquí se casó al siguiente año -en la Iglesia de La Piedad- con Federico de Silva y Barboza, uruguayo, de origen portugués, dueño de una gran fortuna y de una de las más importantes casas de remate de entonces. El matrimonio viajó de continuo por América y Europa; obran datos de la amistad que unió a nuestra heroína con Teresa Carreño a quien visitaba cada vez que pasaba por Caracas, e incluso existe un grabado aparecido en "L"Ilustration" de París de 1882, donde se la ve en un carruaje de la época, elegantemente vestida y su falda cubierta con gruesas pieles. Asimismo podemos encontrar noticias de ella con ocasión del concierto que diera en el antiguo Teatro Colón el 7 de febrero de 1887 a beneficio de las víctimas del cólera. Es muy posible que hubiera actuado tambièn en otros acontecimientos similares con motivo de la epidemia de 1868.

Entre los tangos que compuso Eloísa D’Herbil de Silva podemos citar el ya mencionado Che no calotiés, que lleva en la partitura editada por J.A.Medina e Hijo la aclaración de Tanguito criollo Propiedad de la Autora; La multa con letra de Nicolás Granada, editado por Breyer Hnos; El gueco posiblemente confundido por Napoleòn Cabrera con El Maco cuyo autor es Ernesto Torquinst; Y a mi qué?, título que se lee en la partitura que lleva debajo del brazo el personaje que ilustra la portada de Che..no calotiés; Que si que no; Por tus ojos: y Yo soy la rubia (retruque de La morocha). Es posible que el listado sea incompleto, pero es erróneo incluir en la lista de su autoría un supuesto tango Por la calle Arenales y El queco, vieja melodía de autor anónimo entonada por las huestes de Arredondo en 1874

El güeco figura fechado en 1876, lo que nos ubica, sin dudas, frente a uno de los primeros tangos de esa etapa genética que Assuncao establece entre 1875 y 1880.

La multa, sugestivamente se refiere al mismo tema narrado por Angel Villoldo en Cuidado con los 50, no debiendo descartarse que fuera anterior a éste, ya que el edicto policial que dispuso penar con 50 nacionales a quien piropease a una mujer en la calle, tuvo dos épocas de vigencia: 1889 y 1906; precisamente de 1906 es el tango de Villoldo

En la partitura de La multa figura el domicilio de la empresa editora Breyer Hnos. en la calle Florida 414. Según el muy erudito trabajo de Ricardo M.Llanes, Historia de la Calle Florida (H.Sala de Representantes de la Ciudad de Bs.As. 1976) la firma se habría instalado en esa ubicación entre 1909 y 1914; desde l886 hasta el año anterior al centenario ocupaba los locales de Florida 239/241). Pero ello no es una prueba concluyente sobre la fecha de creación del tango. Es muy posible que hubiese sido compuesto hacia 1889 -fecha del primer edicto policial- y recreado por Villoldo en 1906 al reactualizarse el tema. En 1909 el edicto había dejado de aplicarse

Che, no calotiés habría sido editado 1904 y 1909 por la empresa J.A. Medina e hijo de acuerdo con el domicilio que figura en la partitura: Florida 248. Recurro nuevamente a Llanes: en 1909 la firma Medina tenía su almacén de música en la propiedad 255 en la que se instaló despues de haberse mudado desde el 248 donde se encontraba en 1904. Es de advertir sin embargo, que la probable fecha de edición, no necesariamente ha de coincidir con la de creación.

Los otros temas editados por J.A. Medina e hijo (¿Y a mi qué?, Que si que no y Yo soy la rubia) pueden ubicarse entre 1901/2 y 1906 según la numeración de sus partituras y el cotejo con otras de las que se conoce fehacientemente sus fechas de edición, como Ay de mi de Heargreave y El ñato de Ernesto Torquinst. Yo soy la rubia, (retruque de La morocha) seguramente es de 1906, cuando el tango de Saborido y Villoldo estaba en pleno suceso.

De todos modos y sea cual fuere el año de creación y edición de estos tangos, es indudable que Eloisa D"Herbil de Silva se ubica no sólo como una de las buenas compositoras de la época fundacional del tango, sino como la primera dama de la aristocracia que venció la prohibición del tango en su medio social. Demasiado mérito como para que, en el futuro, se salve la omisión de su nombre y de sus obras en los trabajos sobre la historia del tango.

Resulta, asimismo, de interés, destacar la incursión de Nicolás Granada en los meandros del tango, un dramaturgo de larga y proficua labor que había nacido en Buenos Aires el 23 de octubre de l840 donde también falleciera el 2 de marzo de 1915. Había sido ayudante del general Mitre en la Guerra del Paraguay y también diputado en Montevideo donde pasó la primera época de su vida. Entre sus obras teatrales más recordadas se encuentran "De novio a padrino" escrita cuando contaba sólo 18 años, estrenada en el antiguo teatro Victoria de la calle homónima entre Tacuarí y Buen Orden (hoy Bernardo de Irigoyen); "Lluvia de sobrinos" que firmara junto con Lucio V.Mansilla, representada en el teatro Alegría; "Flavio Andó y Andrea Maggi" estrenada en Montevideo; una pieza escrita en italiano "I Fiori del Morto" mas tarde castellanizada con el título de "Nina" y entre muchas otras, la que se considera su obra mas importante "Al Campo" de 1902 estrenada por la compañía de los Podestá en el teatro Apolo.

No he encontrado entre sus datos biográficos, ninguna referencia a esta letra que adosara a la música de D"Herbil de Silva y que resulta una risueña e inocente historia a propósito de la prohibición de piropear a las damas en la calle. De todos modos son de sumo interés para el estudio de las primeras épocas del tango, estas dos personalidades relevantes, una de la aristocracia europea y otra de nuestra intelectualidad, confluyendo para generar algunas piezas, cuyos títulos revelan también el uso difundido del lunfardo en la clase preponderante de nuestra sociedad. Tal vez no sería aventurado coincidir con Tallón y otros autores que sostienen que el tango jamás fue rechazado en si mismo, sino que se trató de una entendible repulsa hacia el ambiente marginal donde se gestara. Leer más

domingo, 12 de julio de 2009

¿Que es el lunfardo?

EL LUNFARDO

¿Qué es el lunfardo?

Una definición rápida –pero no demasiado precisa- nos llevaría a decir que es el argot rioplatense.

Los argots, entendidos como hablas populares, son un fenómeno lingüístico común a las clases bajas de todas las grandes concentraciones urbanas. El lunfardo, por supuesto, no escapó a esta regla; se gestó en los bajos grupos sociales del Río de la Plata en las últimas décadas del siglo XIX y con el paso de los años, devino en habla popular de ambas orillas. Nada autoriza a sostener hoy la recurrida teoría de que fue jerga oculta de ladrones, a menos que se desempolve el latente prejuicio de confundir la vida pobre con la mala vida. La definición que presenta al lunfardo como una tecnología de ladrones (tecnología de la furca y el cuchillo lo llamó Borges) no tiene validez hoy en día. Por el contrario, como dijimos, se advierte que el lunfardo es un habla popular de Buenos Aires, de Montevideo, de Rosario y de sus zonas de influencia, si bien con las peculiaridades de cada núcleo urbano.

No ha de olvidarse que las corrientes vitales de cualquier lengua –no sólo las jergales- fluyen desde las capas inferiores de la sociedad. Las palabras aparecen de pronto, comienzan a circular y logran perduración sólo si el pueblo las acoge en su habla. El paso del tiempo suele pulir los vocablos, alterar sus significados (en el habla culta la palabra lívido, y en el lunfardo el vocablo grela) o ampliarlos y no pocas veces, arrumbarlos en el desván de los olvidos como ocurre con tantas expresiones del habla popular que ya no se emplean y otras de la jerga popular como soque p.e. en lugar de sopapo o cachetada.. El lenguaje, según la advertencia de José Edmundo Clemente, es demagógico, viene de abajo, mandan los más. De ahí el lema de la Academia Porteña del Lunfardo: el pueblo agranda el idioma

En las última décadas del siglo XIX aparecieron los primeros trabajos sobre el lunfardo, cuyos autores lo confinaron al territorio de las jergas profesionales del delito. Tal linaje de investigaciones pretendía revelar, desde el análisis y el estudio de tan estrecho vocabulario, los rasgos característicos del alma criminal. Ese confinamiento perduró por muchas décadas y aún hoy suele persistir el estigma de su eventual pecado de origen. Baste, como ejemplo, esta concluyente aseveración de Arturo López Peña: Entiendo por lunfardo el conjunto de voces jergales que se usan con sentido delictivo o con un sentido íntimamente vinculado al delito (El habla popular de Buenos Aires – 1972)

Si se sostiene esta definición, ha de referirse, necesariamente, a los delincuentes alojados en nuestros penales –Las Heras o Tierra del Fuego por ejemplo- pero los estudios linguísticos realizados han demostrado que la inmensa mayoría de los vocablos lunfardescos provienen de lenguas europeas, dialectales en su mayor parte, venidos con el malón inmigratorio.

Más aún; los pocos poetas caneros es decir, escritores que, como Francois Villón, eran a la vez delincuentes, tal el caso de Andrés Cepeda, de Alberto Arana y de Enrique Arnold por ejemplo, escribieron en lengua culta. Tanto que las décimas de éste último tituladas Entre la vida y la muerte, son dignas de la firma de un poeta mayor de la lengua castellana.

En la humana comprensión
Con majestad grave y muda
Termina todo en la duda
Según mi interpretación.
Las cosas son y son
Por ley de su propio ser
Nada es eterno a mi
Pero fin tampoco tiene.
Del hoy, el mañana viene
Y el hoy viene del ayer.

Cierto es que parte del vocabulario lunfardo proviene de la germanía que era jerga de ladrones y rufianes españoles de los siglos XVI y XVII , de uso ya en la edad media y sobre la cual no se han conservado documentos de la época. Como modalidad de habla independiente desapareció hacia el siglo XVIIII pero muchos de sus vocablos han permanecidos incorporados a la lengua común. No hay que confundir la germanía con el caló que es el habla de los gitanos ni con otras hablas marginales europeas como el rotwelsch alemán, el jargón o argón francés, o el furbesco italiano. Pero cierto es también, que la inmensa mayoría de las voces lunfardescas, eran de naturaleza plebeya, pertenecían a distintos dialectos y al habla inculta de los inmigrantes.

Sobre el último tercio del siglo XIX se volcó sobre los puertos de Buenos Aires y Montevideo un aluvión inmigratorio que en mayor proporción provenía de las distintas regiones de Italia, cuyo aporte fue muy significativo para la transformación del habla y las costumbres de estas latitudes.

Este crecimiento vertiginoso de la población hizo nacer el conventillo donde, como en una promiscua babel –que tanto alarmó al Dr. Guillermo Rawson- se confundían las edades, las nacionalidades, los sexos y las lenguas. En este amasijo se mezclaron aquellas voces de la inmigración -si bien, sometidas al cedazo de la adopción fonética local- con otras que ya salpicaban el habla rioplatense: las de los negros africanos de distintas razas que fueron carne de la esclavitud; otras de urdimbre campesina traídas a la ciudad por los gauchos de a pie al fin de las guerras intestinas.; las más, creadas por el mismo bajo pueblo según la ley que gobierna los idiomas. El lunfardo fue así, un lenguaje marginal nacido de múltiples afluentes. Juan Piaggio en su artículo Caló porteño (Diario La Nación 11 de febrero de 1887) entrevió su verdadera estirpe y por eso llamó a sus vocablos argentinismos del pueblo bajo.

Sin embargo, como se dijo, las primeras compilaciones de sus voces - Benigno Lugones (Los beduinos urbanos y Los caballeros de industria en La Nación en 1879), Luis M. Drago (1888), Antonio Dellepiane (El idioma del delito de 1894) y Luis C. Villamayor (El lenguaje del bajo fondo de 1915)- se hicieron desde el interés criminológico, como si se tratara, exclusivamente, de una críptica jerga del delito. Este recurrido concepto tuvo firme vigencia durante media centuria del siglo XX, hasta la aparición del primer trabajo que les franqueó la entrada a los dominios de la lingüística: Lunfardía: anotaciones al lenguaje porteño de José Gobello (Argos 1953)

Desde entonces se ha acumulado sobre el tema una nutrida bibliografía. En sus registros obran una pluralidad de Diccionarios y Vocabularios de importancia diversa, que se ocupan de traducir las voces del lunfardo al español corriente, cuando no de especular con sutilezas etimológicas.

Ahora bien, dijimos que el lunfardo contiene en su origen voces provenientes de la germanía. ¿Qué es esto de la germanía? Son las voces provenientes de las hablas marginales. ¿Y por qué se les llamó así? Por las germanías de Valencia que hacia 1524 se alzaron contra la nobleza. Tales germanías valencianas eran los gremios a los que Fernando II el Católico, Rey de Aragón y Castilla, había dado facultad para construir sus propios ejércitos destinados a repeler las incursiones sarracenas. De ese mismo modo, los delincuentes –de manera especial los ladrones. formaron verdaderas hermandades a las que, a imitación de los gremios, las llamaban germanías. Este nombre se transfirió a su habla peculiar, que era una verdadera jerigonza, que se conocía con el nombre jácara (de donde posiblemente provenga cháchara). Así la utiliza Cervantes, como jácara, que a su vez proviene de jaque es decir de rufián. Si seguimos para atrás veremos que este jaque procede del árabe sha que no es otra cosa que el rey en el ajedrez. Los marginales utilizaban la denominación de jaque como nosotros podemos hoy hablar de un guapo, de un pesado, de un malevo, de un taura. (Acotar Anexo 1)

En general las hablas marginales, en todo tiempo y lugar, tuvieron naturaleza festiva. Fíjense que en 1609 Juan Hidalgo publicó en Barcelona un Vocabulario de Germanía que contiene muchas palabras inventadas de modo caprichoso: algunas cambiando las sílabas de lugar como chepo por pecho, o grito por trigo, o lepar por pelar...pero también aparecen voces de ingeniosa factura como por ejemplo, llamarle bayle al ladrón porque bailaba en la horca, y a la hora decirle finisterre porque en ella se acaba el mundo o la vida

Varios siglos antes de que apareciera el lunfardo en el Río de la Plata, don Francisco de Quevedo ya utilizaba la metátesis o sea el vesrre en sus obras (En Cuento de cuentos escribe tabaola por bataola por ejemplo) y don Miguel de Cervantes Saavedra, incluía germanías en sus obras. Y no sólo se complacía en hacerlo sino que además trataba de ilustrar al lector respecto de estos vocablos. Véase el capítulo XXII de la Primera Parte del Quijote, titulado “de la libertad que dio Don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir” (que es además todo un alegato a favor de la libertad), donde uno de los galotes –es decir de los condenados a las galeras- le explica a don Quijote que a éstas se les dice gurapas y uno de los guardias le hace saber que “cantar el ansia” significa entre la gente marginal, confesar en el tormento, el remoto antecedente de la ilustre picana de nuestro tiempo y que cuatrero es el ladrón de bestias.

No voy a extenderme mucho más en Cervantes pero si, quiero apuntar que en todas sus obras utiliza estos vocablos allegados de la germanía. En un breve repaso apuntaré algunas de las muchas voces de germanía que Cervantes incluyó en sus obras: Abispar, es decir, mirar cuidadosamente, expresión que aún utilizamos como abispado, es decir despierto; Avispón, ayudante del ladrón, el que mira, el que campanea dirían nuestros lunfardos; Ansia, ya lo dije, tormento...Todas aparecen en Rinconte y Cortadillo y la última en el Quijote. También llama canario en el Quijote al reo que declara o cuenta la verdad y curiosamente con esta acepción utiliza el vocablo Saavedra en sus Memorias cuando menciona que su canario le hizo saber del complot del 1 de enero de 1809. (Anexo 2) Cervantes también utiliza floreo como acto de engañar con naipes marcados por aquello de que en español floreo es todo alarde de ingenio;, le llama la ganchosa a la espada en El rufián dichoso, trae garbear por robar en Rinconete y Cortadillo y en el Quijote, le dice soplón al delator y también utiliza untar como sinónimo de sobornar, con lo que vemos la antigüedad que tiene la untada a la que hacemos referencia en nuestros días.

Pero volvamos al comienzo de la charla. Las primeras teorías sostenedoras de la naturaleza delictiva del habla lunfardesca, han sido sustituidas, con el paso del tiempo y a la luz de los estudios linguísticos producidos en los últimos cuarenta años, por otra interpretación que la encuadra dentro del concepto más amplio de habla popular. En realidad, decir hoy lunfardo, es referirnos a un reservorio de palabras que se usan de modo cotidiano en el Rio de la Plata, en oposición al habla corriente.

Ningún idioma –gracias a Dios- ha nacido como lengua culta sostuvo el Profesor D. José A. Oría en una conferencia dictada el 1 de julio de 1967, donde también afirmó, citando a Anatole France que sólo puede inventar palabras el pueblo lo que es equivalente al lema ya menciona de que el pueblo agranda el idioma.

Pero aún así, resulta innegable que en ese conjunto de voces, las hay de diversas procedencias: algunas, es cierto, provienen del llamado idioma del delito; otras –la mayoría- llegaron con la masa inmigratoria que pobló Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX y otras más, venidas con las migraciones internas. Estas circunstancias –y el hecho de que quienes primero se ocuparan de su estudio hayan sido miembros de institutos de criminología o estudiosos de la delincuencia- han hecho permeable la teoría de que el lunfardo reconoce un origen canallesco, y que sus voces han sido acuñadas en ámbitos delictivos o incultos. Recordemos que a fines del siglo XIX –y entrado el siglo XX era común el prejuicio de identificar la pobreza con el mal vivir.

Sin embargo también las clases ilustradas y socialmente acomodadas, han sabido crear su propia habla que les ha servido para caracterizar el estrato social al que pertenecen sus hablantes y han tenido y conservan aún resabios de modos expresivos propios que, tal vez no alcancen a constituir verdaderos lunfardismos, pero que denotan su intención de marcar esas diferencias culturales y sociales a través del lenguaje. En tiempos de nuestros abuelos solían modificar la acentuación de ciertas palabras para hacerlas más distinguidas: pais por país por ejemplo o darle fonética francesa a otros vocablos como el caso de pardon en vez de perdón., o utilizar directamente palabras extranjeras como el francés garcón en lugar de mozo En los días actuales hay sectores sociales que todavía dicen vista en lugar de película y coche de alquiler por taxí o taxímetro.

Recuérdense asimismo los vocablos puestos en boga por el dibujante Landrú (alias de Juan Carlos Colombres) en los años de mil novecientos sesenta como distintivos de determinados núcleos sociales. Hubo un cúmulo de expresiones adjudicables al habla de ciertos estratos o al menos a la apariencia de pertenecer a ellos.

En esa década de mil novecientos sesenta se puso en circulación, entre otros, el vocablo quemo que aplicado a una persona (fulano es un quemo) venía a significar que fulano es alguien que compromete nuestro status, bien sea por torpe, por estar fuera de onda – es decir, out- por ser mal visto en los círculos de la g.c.u. (la gente como uno) u otra media docena de etcéteras similares.

Es propicio recordar que ya en 1837 comenzó la pugna por imponer un idioma argentino, o más propiamente, porteño, como lenguaje aceptado socialmente.. Desde el Salón Literario de Marcos Sastre, que era en realidad uruguayo, se reclamó con vehemencia este derecho en favor del habla espontánea de la gente al lado del habla oficial de España. Y por cuestiones de la misma índole, el fino escritor que fuera Juan María Gutiérrez rechazó su incorporación a la Real Academia Española.

Sastre y Gutiérrez, entre otros, manifestaban la necesidad de expresarse según las influencias de su entorno físico y cultural. No renegaban de la lengua madre, pero exigían el derecho a la incorporación de las nuevas voces nacidas del habla espontánea de la sociedad de entonces. De esta pugna (originada en lo más representativo de la cultura vernácula) y del posterior aporte babélico de la inmigración, más la introducción de algunas voces de la jerga canera se nutrió lo que, en definitiva, dio en llamarse el lunfardo, y que hoy, insisto, no es otra cosa que el habla popular del Rio de la Plata.

He encontrado en Mester de Lunfardía, un trabajo del doctor Arturo Berenguer Carisomo, esta interesante revelación: los niveles lingüísticos pertenecen a la esencia misma de cada comunidad, son inherente a su espíritu, y es la calidad de sus miembros, la que les imprime su sello inconfundible.

Estas reflexiones nos muestran la influencia que han ejercido en la creación de voces lunfardescas, otros sectores sociales, muy alejados de los estratos bajos, incultos o cercanos al delito con los que, generalmente, se emparienta al lunfardo. Muchas de esas voces –desde antiguo- se originaron en las clases altas y cultas para luego descender e integrarse al habla cotidiana del pueblo.

De modo que, sea cual fuere la procedencia de un vocablo –bien sea que de lo bajo suba, como ocurrió con la inmensa mayoría de las voces jergales o de lo alto baje, como sucedió con en otros casos - lo que importa es su aceptación por el habla espontánea de la gente. El tiempo es quien ha encargarse después de depurar, exaltar o condenar esa voz al olvido.

Dejo escrito también el Dr. Berenguer Carisomo para subrayar la definitiva importancia de la aceptación general de un vocablo y la tarea decantadora que ejerce, sobre él, el paso de los años, que, quizás, dentro de ochocientos años, los versos de Carlos de la Púa sean de lectura escolar obligatoria porque se ejerza sobre ellos el mismo fenómeno de redención literaria que se dio sobre la jerga romance de juglares y copleros para dar carta de nobleza al, entonces, naciente castellano.

Repasemos brevemente el origen de algunos vocablos que utilizamos a diario, ya definitivamente incorporados a nuestro lenguaje habitual.

El primer testimonio impreso sobre la existencia de este eventual argot, apareció en el diario La Prensa el 6 de febrero de 1878 bajo el título de El dialecto de los ladrones, conteniendo 29 voces, entre ellas la sinonimia lunfardo-ladrón. La mayoría de los autores sostienen que la palabra lunfardo deriva de lumbardo que en algunos dialectos italianos tiene ese significado. (Algo parecido al reiterado chiste entre tucumanos y santiagueños) Sin embargo otros recuerdan que lombart significa en francés usurero, equivalente por asociación de ideas, a ladrón.

En 1879- es decir al año siguiente- Bemigno Lugones, periodista de La Nación, con pasado de funcionario policial, publicó en ese diario dos extensos artículos: Los beduinos urbanos y Los caballeros de industria, ocupándose del habla y las costumbres de los ladrones o sea los lunfardos, aportando otros 42 vocablos, entre ellos los verbos atorrar y morfilar

Sin embargo Luis Soler Cañas en su libro Orígenes de la literatura lunfarda recoge un artículo titulado El conventillo de Aravena, publicado en La Crónica en 1883, donde textualmente se dice: el lunfardo no es otra cosa que un amasijo de dialectos italianos de inteligencia común y utilizado por los ladrones del país que también le han agregado expresiones pintorescas; esto lo prueban las palabras ancun,(expresión de sorpresa: cuidado, alerta, ancún que viene la cana) estrilar, shacamento (engaño, estafa, del genovés siaccá, romper, violar) y tantas otras Esta es, sin dudas, la más antigua definición existente del lunfardo como habla.

No es casual que el lunfardo apareciera en las márgenes del Río de la Plata y no en Córdoba o en Salta por ejemplo. Albert Dauzat publicó en París hacia 1929 un ensayo titulado Les argots. Caracteres-Evolution-Influence donde lúcidamente sostiene que todo argot se desarrolla preferentemente en las regiones donde se hace sentir más la influencia de las lenguas extranjeras. En tal sentido el Río de la Plata, como vimos, fue hegemónico en la recepción de extranjeros, tanto en tiempos de la colonia cuanto en los años de la inmigración masiva proveniente de distintos pueblos del mundo. Todos ellos, entre otros aportes, dejaron su huella indeleble en la formación del lenguaje propio de estas latitudes al que llamamos rioplatense o si se quiere español rioplatense y que es el habla cotidiana de la gente -el habla del boliche como lo llama Guarnieri- en cuyo vocabulario conviven palabras del más puro y arcaico cuño español con otras de la más rancia estirpe lunfarda, y otras de raíz aborigen y muchas más de prosapia gauchesca.

Circulan con toda comodidad en el lenguaje rioplatense voces culinarias quechuas como la humita o el choclo , junto a la pizza romana, la faina genovesa, el guaranítico pacú, el incaico papa y las españolísimas alubias y en general aparecen toda clase de españolismos ( gayola por cárcel, que es palabra del antiguo castellano, chorro-ladrón que proviene del caló choro; afano deriva también del caló afanar con el mismo sentido de robo; turca por borrachera y changüí como ventaja engañosa; hasta el famoso fané que inmortalizó Discépolo en su tango Esta noche me emborracho, que es un galicismo que significa marchito y que con la misma significación pasó al argot francés ); italianismos (como lungo por largo o alto; sbornia por borrachera que es palabra de rancia estirpe latina, viene de ebrius; mirlo o merlo por tonto; apoliyar por dormir que viene de appollaiare, es decir cuando los pollos se suben a los palos para dormir; bagayo que deriva de bagaglio voz latina medieval que lo mismo que ahora significaba bagaje o equipaje; estrilar por rabiar que viene de strillare, rabiar, gritar, aullar; embrocar por mirar que deriva de imbroccare, dar en el blanco, adivinar, etc) lusitanismos (tamango, barullo, descangallado) brasileñismos (bondi, cafúa, requinte) anglicismos (pedigree, speaker, challenguer, box, groggy) galleguismos (calote, grela) francesimos ( como por habitación que viene de boulin, agujero donde anidan las palomas –ojo italianismo cama-; ragú por hambre, de ragout , guiso; morfar, por comer, que viene del argot francés morfiller que ya utilizaba Rabelai bajo la forma de morfailler) aborigenismos (che con el significado de gente supuestamente de orien quechua igual que ñaupa equivalente a antiguo y guasca de waskha, lonja o mapuchismos o como cancha, poncho pucho; ruralismos (peón, capataz, rancho, playa), de otras lenguas y toda clase de vocablos creados por la inventiva popular (por analogías,( melón a la cabeza por la forma, bobo al corazón y al reloj porque nunca descansan) por metaplasmos ( es decir el agregado o la supresión de letras o sílabas al vocablo original : ej. trompezón por tropezón o tano por napolitano) anagramas, ( es decir la transposición de letras, el famoso vesrre por ejemplo; zabeca por cabeza, fecha por café, etc. Estas formas de transposición de letras eran comunes en la Españas de principios del 1600)

Sin lugar a dudas, de todos los afluentes tributarios del español rioplatense, es decir del habla cotidiana de Buenos Aires, el de mayor caudal fue el lunfardo, en tanto lo consideremos un habla nacida con la inmigración que sigue nutriéndose de palabras, giros y expresiones de cuño popular, como lo atestigua, entre otros, el Vocabulario de la Crisis de José Gobello y Marcelo Olivieri donde aparecen nuevos y circunstanciales vocablos como corralito, corrida, ñoqui, arbolito etc.

Hoy el Diccionario de la Real Academia Española registra muchísimos vocablos cuyos orígenes podríamos rastrear en el bajo fondo del lunfardo, ascendidos después al habla popular e incorporados definitivamente al lenguaje rioplatense cotidiano. Por su parte la Academia Argentina de Letras, ha editado hace un par de año el Diccionario del Habla de los Argentinos, donde figuran muchísimas palabras de nuestro argot. El lunfardo, en nuestros días, es sólo un vocabulario, un limitado reservorio de palabras que sirven para sustituir a las del habla oficial cuando resulta inexcusable darle a las palabras un fuerte tinte de expresividad porteña. (Recordemos el absurdo que fue para los argentinos, saber que cuando La fiaca, la obra de Talesnik se represento en España, se lo hizo con el título de La pereza; tan absurdo como oír a Jorge Casal cantar Mi noche triste con la orquesta de Florindo Sassone, sustituyendo Percanta que me amuraste por Muchacha que me dejaste por imperio de las disposiciones de las autoridades políticas surgidas de la revolución de 1943. La fiaca es un estado de ánimo transitorio, entre físico y moral; la pereza es uno de los siete pecados capitales. ¿Qué cristiano combatiría la fiaca con la misma vehemencia teológica que a la pereza? La fiaca, en todo caso, está más cerca de la morriña gallega y de la cansera murciana, que de la pereza que es sólo una conducta humana pasible de castigo social. Tampoco la percanta que nos amura es sólo la muchacha que nos abandona porque, falta la complicidad del sonido, del aire del lenguaje rioplatense para que la frase adquieran su verdadera dimensión)

Copio nuevamente a Berenguer Carisomo: ¿vamos a negar por puritanismo que decir “fulano es un piola”, tiene para nosotros una connotación más mordiente que si recurrimos a “fulano es un listo o un avispado”? ¿y acaso peca de malviviente o de mal educado el ejecutivo que en un mal momento de la empresa dijera a sus colaboradores “ojo, no sean otarios, en estos momentos hay que apiolarse” en lugar de afrontar una igual situación con este sintagma: cuidado no sean ustedes lerdos en esta oportunidad hay que tener suspicacia”

¿Cuál para nosotros tiene más enjundia, más riqueza comunicativa? La respuesta es obvia.

Pero, como vimos, muchas de esas lenguas que aportaron a la formación del lenguaje español rioplatense, descendieron de los barcos con el habla de la inmigración. El momento del flujo desbordante fue en la década de 1880, cuando el Río de la Plata recibió el aluvión inmigratorio que trajo por igual brazos laboriosos y manos delincuentes, profesionales y jornaleros, militares y campesinos, con notoria preponderancia de italianos, (más de la mitad eran italianos) lo que explica la gran cantidad de vocablos de ese origen adoptados por el habla popular. Este fenómeno se dio en tiempos de la formación del Tango a cuya consolidación como una forma artístico-musical no poco contribuyeron estos inmigrantes peninsulares.

Fue el Tango-canción el que floreó el lenguaje popular rioplatense en sus letras. Aquellas letras o letrillas del Tango primitivo también se nutrieron de algunas de esas voces, pero carecieron de posteridad. Las más puras decantaciones del habla lupanarias que solían entonarse al compás de algún primitivo Tango, se encuentran en los Textos eróticos del Río del Río de la Plata recogidos por Victor Borde, nome de guerre de Robert Lehmann-Nitsche.

Por esos años el Tango carecía de letra argumentada, al menos con el sentido o la pretensión literaria, que tuvo a partir de Mi noche triste. Por eso no es aventurado afirmar que el primer lunfardista literario del Tango como canción fue Pascual Contursi con aquel celebrado verso Percanta que me amuraste. A partir de entonces el lunfardo –extendido ya al habla popular y como parte del lenguaje rioplatense- cruzó la raya fronteriza del arrabal y llegó a las calles y, no mucho más tarde, a las casas del centro. Dos fueron los vehículos propicios para este traslado: el Tango y el sainete aunque las más de las veces ambos transitaban por una mismo andarivel.

Pero no ha de suponerse por ello que las letras del Tango son un muestrario de lunfardías. Bueno es señalar que cuando el Tango incluyó alguna letra de sórdidos o crípticos versos lunfardos, no tuvo perduración. Idea Villarino recoge un ejemplo que solía citar Fernán Silva Valdés: Llega el lunes y a la mina / no le alcanza pal lavao / entonces el taita encabretao / bronca con la percantina. En el mismo y saludable olvido cayeron otras letras emparentadas, como por ejemplo aquella primitiva que se cantaba con la música del tango Entrada Prohibida: Del cabaré te piantaron / y la razón no te dieron / pero después te dijeron / que fue por falta de higiene

El hecho de existir una pretensión literaria en las letras del Tango, salvó al lunfardo del destino caricaturesco al que parecía haberlo condenado el sainete.
El uso literario del lenguaje popular le permitió al Tango ser expresión cabal de la sustancia trágica de la vida.: La letra de los Tangos –escribía Ramón Gómez de la Serna- es hija de los aedas del arroyo y de los grandes poetas, mezclando sentimiento contrarios siempre ennoblecidos por la desesperanza.

A diferencia de lo caricaturesco del sainete y de lo realista de la prosa de muchos escritores costumbristas, el Tango no buscó recoger en sus letras el habla real de la calle, la que realmente se oía y de la manera en que se oía, como lo hicieron, entre otros, Fray Mocho (José Sixto Alvarez) y Angel Gregorio Villoldo.

Hubo en los letristas una preocupación permanente por el uso adecuado del lenguaje –casi diría una preocupación artística- . En mucho contribuyeron los cantores que se negaron más de una vez a incorporar a sus repertorios temas con letras repelentes. Es conocido el cuidado con que Gardel seleccionaba sus temas y las variantes que introdujo en las letras, como en el caso de Oro bajo por ejemplo.

El tango lunfardo por excelencia, El Ciruja, (letra de Francisco Alfredo Marino con música de Ernesto de la Cruz), tiene logros poéticos que ennoblecieron como pocos la literatura tanguera: Hoy ya libre´e la gayola y sin la mina / campanenado un cacho´e sol en la vedera.. Cuenta la anécdota que Marino se propuso con esta letra, demostrar que las posibilidades del habla popular rioplatense excedía el módico repertorio de voces que hasta entonces empleaban los Tangos.

Pero dijimos que el lenguaje popular es también –y fundamentalmente- un sonido, un aire. Y el Tango no escatimó ejemplos. Ahí está La gayola de Armando José Taggini sobre música del violinista Rafael Tuegols: No te aflijas ni me huyas / no he venido pa´vengarme/ si mañana justamente / ya me voy pa no volver, / he venido a despedirme / y el gustazo quiero darme / de mirarte frente a frente / y en tus ojos campanearme / silenciosa, largamente / como me miraba ayer. Salvo los apócopes pa y el campanearme bellamente usado, lejos de su connotación delictiva, no hay en estos versos sino un aire de habla popular, ya que hasta el titulo, gayola, es un arcaísmo del más puro cuño español. En otros versos Taggini sólo utiliza los lunfardismos laburarla y en enriquecida imagen atorrando en un umbral.

Podríamos hablar mucho más sobre el lunfardo ya que sus vocablos han impregnado, durante casi una centuria y media el habla de nuestra ciudad y su zona de influencia. Lo encontramos en páginas de nuestra literatura mayor: lo utilizan Eduardo Gutierrez, Eugenio Cambaceres, Antonio Argerich a quien se suele citar como precursor de la moderna novelística argentina (¿Inocentes o culpables?), José Sixto Alvarez, Edmundo Montagne, Josué Quesada, José Antonio Saldías, Florencio Spanchez, Santiago Dallegri.....Lo hallamos también en el vocabulario de muchos importantes poetas, incluido Borges que entre sus alardes escribió en su poema El General Quiroga va en coche a la muerte, aquel cuño tan feliz: y la luna atorrando sobre el río

Es muy rica la literatura lunfardesca, especialamente su poesía. He elegido para cerrar un par de ejemplos:

En el ayer, Juan Bautista Rímoli que firmaba como Dante A. Linyera –seguramente el primer poeta que tomó en serio esto de escribir en lunfardo- dijo en su poema Somos Hermanos:

Somos hermanos, viejo; ya lo dijo ese rana
Yamao Cristo un dia que la milonga humana
S´había puesta fiera; semos hermanos, viejos
Los que baten que no, son almas de conejos

Somos hermanos viejo: lo dijo Cristo, el rana;
Y no vueltas que darle a la milonga humana:
Semos hermanos todos, semos heranos viejo
Los que baten que no son almas de conejo.

Hoy, Mario Orlando Punzi, alto y laureado poeta pudo escribir cosas como esta titulada Lluvia:

Arrabal en la lluvia del ocaso
Mientras voy amurado por el viento,
Fallo de suerte, gil de aburrimiento
Con mi sino de broncas y escolaso

Entre charcas azules, a mi paso
Gorrionean los pibes del convento
Y en el puñal de la garúa siento
La tenaz mishiadura del fracaso.

Por un hilo de sol amarillento
Cae a las zanjas una flor de raso.
El saucedal destila desaliento.

Arrabal en la lluvia del ocaso
Mientras voy sin amigos y sin vento
Con dos guitas de amor y un solo faso.

Y para colmar mi vanidad, (perdòneseme la inmodestia) voy a citar mi poema Obelisco porteño

Obelisco porteño

Primer Premio en el VIII Certamen Poético
Rioplatense y II Hispanoamericano organizado
por el Círculo de Poetas Lunfardos
Bs.As 1991





Soy la ciudad que se piantó a la altura
para embrocar el cielo mano a mano
y minga del egipcio y del romano
que deschavan mi flaca arquitectura.

Soy porteño cabal, junen mi hechura:
bien plantado, debute, altamirano
y nostálgico igual que ese fulano
que en una esquina del trocén se amura.

Soy el mástil del canto ciudadano
donde trepa en mistonga partitura
la mufa, que es un tango cotidiano.

Y soy, por un ensueño que perdura,
el puñal de Muraña que no en vano
Buenos Aires conserva en su cintura. Leer más

Fundaciòn mìtica del tango

Fundación mítica del tango

Primer Premio en el Concurso
Poético "El Tango" organizado por la Municipalidad del Departamento de
San Rafael, Mendoza, 1994.



El tango, esa diablura de Dios
Eugenio Mandrini


El suburbio era pampa.
Desmontaban los últimos guerreros
sin haber desarmado su coraje.

En una polvareda de recuerdos
la patria era un galope
tendido a sangre y fuego,
alguna toldería, una milonga,
también un sentimiento,
añoranza de nombres y de fechas,
lejanos desencuentros.

La ciudad de tres puntos cardinales
apenas era un sueño
insinuando el perfil de sus orillas:
campo, agua, barro, cielo.

La soledad teñía el horizonte
de brumas y silencios.

Algo quebró esa paz,
acaso el naipe valentón de un quiero,
quizás un contrapunto
o simplemente un gesto.
Y fue ese instante trágico,
decisivo, concreto.

Los dos hombres frente a sus destinos
-nada mas que la pampa y el lucero-
eran, definitivamente, el hombre
jugando el drama eterno
de la vida y la muerte
bajo la comba de la noche en celo.

En sus manos ardían las pasiones
con insondable terquedad de acero.

Un paso hacia adelante,
un giro, un retroceso,
un ondular de piernas que se animan,
un detenerse en seco.

la vida discurriendo por un filo
y la muerte en acecho.

Una danza ritual nació esa noche
del infnito duelo
del hombre y su destino
dolor, angustia, rebeldìa, ensueño

Alguién la llamó tango,
no se sabe por qué, ni en que momento.

Acaso fuera Dios quien lo dispuso
en esta latitud, y en aquel tiempo. Leer más

La Libertad: el gran tema de El Quijote

LA LIBERTAD: EL GRAN TEMA DEL QUIJOTE.

No es poco lo que se ha escrito sobre don Miguel de Cervantes Saavedra y su obra, de modo especial sobre El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, novela que –como dijera Juan de Amezqueta, al otorgarle el privilegio de impresión por mandato del Rey - habíale costado mucho trabajo escribirla..

Cervantes tuvo una vida azarosa de la que se ignoran muchos datos y acontecimientos. Se sabe, sí, que entre 1547 y 1616 –extremos de su existencia- fatigó 69 años en diversas ciudades españolas –Madrid, Sevilla entre otras- y que, con sus recién estrenados 20 años de edad, se trasladó a Roma poniéndose al servicio del Cardenal Julio Acquaviiva como camarero.. Después de recorrer Italia, se incorporó a la Armada Española, hecho que fue trascendente en su vida ya que participó en la batalla de Lepanto –ocurrida en el golfo de Corintio el 7 de octubre de 1571 entre la flota cristiana al mando de don Juan de Aragón y la escuadra otomana bajo las órdenes de Alí Bajá- en la que perdió la movilidad de su brazo izquierdo por una herida. La batalla en si, no tuvo mayores consecuencias para la historia ni para la Liga Santa que, pese al triunfo, terminó disuelta por oscuros intereses. En realidad, más se la recuerda por la herida de Cervantes y el consecuente apodo que ganó para la eternidad, aunque, como bien dice el poeta español Ricardo Mujía en un soneto, La gloria de Cervantes no es Lepanto

En 1575, en viaje de regreso a España, fue apresado por corsarios que lo mantuvieron cinco años como cautivo en Argel. Su liberación –por obra de los frailes trinitarios, Orden creada especialmente en el siglo XII para redimir a los cautivos en tierras de moros- fue como el prólogo de nuevas desventuras. Vuelto a Madrid halló a su familia en la ruina total.- su padre había muerto-; se encontró sin amigos y tan lleno de pesares y desengaños cual nunca lo había experimentado como soldado ni como esclavo. Viajó a Portugal. Luego en Esquivias, provincia de Toledo casó con Catalina de Salazar y Palacios y, aunque arruinada su fortuna y su carrera militar, comenzó su intento por sobresalir en la literatura. No voy a extenderme en la mención de sus obras, que comienzan con la publicación de La Galatea en 1585 y culminan en 1617 con la edición póstuma de Los trabajos de Pérsiles y Segismunda, por ser ellas bien conocidas..

Me interesa quedarme en El Quijote que, editada su Primera Parte en 1605, ha llegado a ser una novela inmortal no sólo por su diseño y sus ingeniosas situaciones, sino por lo que, creo, ha sido el mayor logro del intelecto cervantino: los mensajes ocultos en su trama, que la acrecientan con sentido profético.

El Quijote admite muchos niveles de lectura e interpretación; tal diversidad abarca desde considerarla como una obra de humor (no cabe duda que rebosa de comicidad en muchos de sus pasajes), o como una amarga ironía sobre los ideales de amor y justicia entre los hombres, o bien, una invectiva contra los libros de caballería; e incluso como una sátira alegórica contra el duque de Medina Sidonia –hombre ilustre de aquellos tiempos- según la interpretación de Daniel de Foe. Para Lope de Vega en cambio, nada hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote. La escritora francesa Dominique Aubert, uno de los mayores exegetas de la obra, cree que es un tratado iniciático habitado por el sistema fundamental de la hermenéutica con mensajes codificados de los cuales muchos salen directamente del texto bíblico, en especial, de los capítulos de la Profecía de Ezequiel .
El Quijote también fue visto como una gran apuesta que su creador hace por la libertad y ese es el aspecto que me interesa rozar en esta nota.

Digamos ya, que la novela carece de un plan narrativo estable; por el contrario, las aventuras parecen concebidas de forma caprichosa y cambiante y su autor, totalmente libre, sin condicionamientos previos impuestos por su misma creación. El Quijote parece concebido como un juego. Su construcción se sustenta en el artificio narrativo del manuscrito encontrado. Recordemos que Cervantes se adueña de la máxima libertad artística: se esconde y afirma no ser el autor de la novela, sino el lector de una traducción hecha por un morisco toledano sobre la obra del verdadero autor, el filósofo mahomético Cid Hamet Benengeli, nombre que, según la interpretación del erudito D. José Antonio Conde, surge de una combinación de palabras árabes que significan noble, satírico y desgraciado.

Cervantes se presenta como un segundo autor que acerca, a los lectores, la historia sobre la que podrá comentar lo que quiera por que la conoce de antemano a través de la traducción de Toledo. Este juego de autores, traductores, narradores y lectores, produce la gran libertad creativa hasta entonces desconocida en la novela. Incluso en la Segunda Parte aparece, además, el impresor a quien se le culpa de las contradicciones cometidas en torno del robo del rucio de Sancho en la Primera. Es decir que El Quijote se nos presenta como un juego narrativo que crea su propia realidad, una genial integración de realismo y fantasía, una formidable síntesis de vida y literatura. (tatin)

Don Quijote consagra su vida a la sublime locura de la verdad, que no es otra cosa que amor por la justicia y fundamentalmente, por la libertad entendida en el amplio y complejo sentido que él mismo le expone a Sancho en el Capítulo LVIII de la Segunda Parte:

La libertad Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.

Seguramente, en estas palabras - coincidentes también con el pensamiento humanista de su tiempo- Cervantes plasma las hondas reflexiones elaboradas durante los años de cautiverio en Argel y otros de cárcel en Sevilla: ¿ Qué podía engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginado de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel..?. Adviértase que también les otorga a sus personajes ese mismo goce de libertad implícito en la arenga a Sancho que, incluso, reclama para todos los hombres por su mera condición de tales. El Quijote es, en tal sentido, un modelo de aspiración a un ideal ético y estético de vida.

Un vivo ejemplo, lo encontramos en el Capítulo XXII de la Primera Parte (De la libertad que dio Don Quijote a muchos desdichados que mal de su grado los llevaban donde no querían ir). En un pasaje Don Quijote se pregunta con asombro ¿Cómo gente forzada por el Rey a rendirle servidumbre en sus galeras?. De nada vale que Sancho le explique que se trata de personas que por sus delitos han sido condenadas a tal castigo porque Don Quijote le replica:: :como quiera que ello sea, esta gente, aunque los lleven, van de por fuerza y no de su voluntad...Aquí encaja la ejecución de mi oficio, desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables,. que es como decir, esta es mi verdadera identidad,

Por eso, a la llegada de una cadena de galeotes (o sea, de reos encadenados y en fila para ir a poblar las galeras de Su Majestad) y luego de oír las cuitas de cada condenado, Don Quijote arremete contra los guardias provocando una singular revuelta que termina con la libertad de los presos.

(Una digresión : En esta aventura es donde le cuentan que a uno de los reos se lo había condenado por canario, es decir, por músico y cantor que no hay peor cosa que cantar en el ansia. El guardia le aclara que de tal modo se llamaba entre los delincuentes al hecho de confesar en el tormento de donde, Cervantes utiliza el verbo cantar como un lunfardismo de nuestros días tal como lo registra José Gobello en su trabajo Cervantes y el Lunfardo. Otra digresión: canario también es usado por nuestro Cornelio Saavedra con igual significado en su Memoria Autógrafa como lo comunico en la fecha a la Academia.)

Cervantes no debía desconocer que la actitud de Don Quijote podía provocar la intervención de la Santa Hermandad -aquella institución auxiliar de la Santa Inquisición, creada por Enrique IV de Castilla en el siglo XV para reprimir el bandolerismo- no obstante lo cual, en vez de intentar mantenerla en secreto , les encomienda a los prisioneros liberados que, como pago vayan a la ciudad del Toboso y se presenten ante la señora Dulcinea diciéndole que su caballero, el de la Triste Figura, ha tenido esta famosa aventura hasta ponerlos en la deseada libertad. Acaso, sin ser un abierto desafío, fuese un modo tangencial de proclamar que la libertad es el ideal del universo quijotesco.

Pero no para allí Cervantes. Cuidándose de no transgredir abiertamente las disposiciones del Concilio de Trento –en el que los teólogos españoles habían tenido decisiva participación y cuyas doctrinas acerca del papel de la mujer en la sociedad de esos tiempos fueran puntillosamente recogidas en 1583 por Fray Luis de León en La Perfecta Casada-- oculta con inteligencia otros mensajes pasibles de merecer grave condena, como el que podemos considerar una clara incitación a la liberación femenina, cubriendo con ironía y sagacidad tales opiniones e ideas contrarias a las usuales sobre el tema.

¿Olvidaba Cervantes la existencia de la Santa Inquisición, preludio de la hoguera para todo intelectual, artista, científico o simple ser humano que osara pensar distinto de los enunciados de la Iglesia? En ninguna línea de los 126 capítulos del libro se la menciona expresamente, pero esto no implica que Cervantes la olvidara de intento como pretende Sucho Töpf en su libro Impugnaciones, sino que no actuaba frontalmente contra ella.

El Concilio de Trento había trazado el perfil ideal de la mujer adjudicándole estos atributos: modesta, recatada, obediente y sacrificada. Hasta la aparición de El Quijote, sólo Mencía de Mendoza, una de las mujeres más cultas del renacimiento español, se había atrevido a exponer ideas humanistas protegiendo al filósofo eramista Luis de Vives enfrentando así el poder del Santo Oficio. Cervantes no transgredió explícitamente los rígidos parámetros establecidos por el Concilio ni tampoco se propuso exponer un sistema de ideas favorables o contrarias a la teología católica. Fue, en realidad, un gran disimulador que cubrió de ironía y habilidad opiniones e ideas adversas a las usuales, aunque no logró encubrir a la luz de los análisis de su obra, el ideal eramista que profesaba, afirma Américo Castro.

Cervantes supo cubrir hábilmente su mensaje. Tal vez inspirado en las prédicas de doña Mencía, quien planteaba hacia mediados del siglo XVI la necesidad de reformar los sistemas políticos y educativos que aún exhibían la misoginia heredada de los tiempos medievales, dio vida, en los capítulos XII, XIII y XIV de la Parte I, a la pastora Marcela que aparece como el principal personaje en la muerte del pastor Grisóstomo quien muere por su propia mano, al no ser correspondido en su amor por ella.:

Pues sabed que murió esta mañana aquel famoso pastor estudiante llamado Grisóstomo y se murmura que ha muerto de amor de aquella endiablada moza Marcela, la hija de Guillermo el rico, aquella que se anda en hábito de pastora por esos andurriales. Así se expresa uno de los cabreros a los que estaban con Don Quijote. Y quieroos decir ahora, porque es bien que lo sepais, quién es esta rapaza, quizás y aún sin quizá, no habréis oído semejante cosa en todos los años de vuestra vida, auque viváis más años que Sarna (o Sarra como lo corrige Don Quijote no pudiendo sufrir el trocar de los vocablos del cabrero)

La muerte de Grisóstomo le da oportunidad a Cervantes para que Marcela- que hasta entonces era sólo un nombre referenciado como endiablada moza, cruel y desagradecida- adquiera una dimensión impensada en la novela y sea el trampolín para lograr otros propósitos. Tras el entierro y habiéndose escuchado las endechas que Grisóstomo dejara escritas a guisa de canción desesperada por el amor no correspondido de Marcela, por encima de la peña donde se cavaba la sepultura pareció la pastora, tan hermosa que pasaba a su fama, su hermosura. Allí, frente a todos, en una encendida y apasionada defensa de la liberación de la mujer, negó aceptar ninguna responsabilidad en la muerte del pastor. He aquí el alegato:

Yo conozco con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; más no alcanzo que por razón de ser amado esté obligado lo que es amado por hermoso, a amar a quien le ama. Y más, que podría acontecer que el amador de lo hermoso fuese feo y siendo lo feo digno de ser aborrecido, cae muy mal el decir: Quiérote por hermosa, hasme de amar aunque sea feo. Pero puesto caso que corran igualmente las hermosuras, no por eso han de correr iguales los deseos, que no todas las hermosuras enamoran, que algunas alegran la vista y no rinden la voluntad....

Alegato profético, una suerte de feminismo avant la leerte, porque Cervantes pone en boca de Marcela un discurso cuya fuerza nos sorprende aún en este siglo XXI siendo que el de la novela ocurre en el siglo XVI y en España tales reivindicaciones sociales y políticas de la mujer recién comenzaron a escucharse a fines del siglo XIX cuando la escritora gallega Emilia Pardo Bazán denunciaba en su libro España Moderna, aparecido en 1890, las injustas distancias que por entonces separaban a los sexos y promovía una incipiente emancipación femenina. Imaginemos el estremecimiento que debió producir el alegado de Marcela en la época de Cervantes, un discurso que, trasladado a nuestro tiempo, es un canto contra la sumisión y la humillación de la mujer.

Cervantes expuso su pensamiento adelantándose tres siglos a la requisitoria de Pardo Bazán y a los escritos de Concepción Arenal, creando un personaje paradigmático que nos deslumbra por su sabiduría y su majestad como los de Shakespeare Hay muchos personajes así en la novela, por lo que es forzoso concluir que otro de los atributos de Cervantes fue la originalidad.. Tanto Shakespeare como Goethe –para tomar dos ejemplos cumbres- buscaron inspiración para sus obras en antecedentes literarios de siglos anteriores o bien en personajes históricos, dicho esto sin mengua para la grandeza de sus creaciones. Romeo y Julieta, por ejemplo, tienen su antecedente en esbozos literarios del siglo II y Fausto en una leyenda del siglo VI sobre el clérigo Teófilo.. Pero Don Quijote y Sancho Panza son criaturas que jamás hubieran nacido a la vida literaria y universal sin el genio cervantino que insufla de libertad toda la novela.

Si El Quijote sólo contuviera la historia del Hidalgo enloquecido por las lecturas de caballería, no hubiese llegado a la inmortalidad. Precisamente en esa apuesta que Cervantes hace por la libertad en su sentido más completo y amplio, radica una de las primeras razones de su vigencia. Sus personajes –más de seiscientos. nacen y viven en absoluta libertad, tanto que ni siquiera tienen nombres fijos (Quijote puede ser Quijada, Quijana o Quejana) y se mueven en paisajes ideales o imaginarios (la novela está plagada también de irregularidades geográfica); los mismos personajes son capaces de inventar otros personajes (Don Quijote inventa a Dulcinea por ejemplo); carecen de pasado o de ataduras que premediten sus conductas; son dueños de su propia realidad e incluso son capaces de crearla: eso que a ti te parece bacía de barbero, me parece a mi el yelmo de Mambrino y a otro le parecerá otra cosa dijo Don Quijote a Sancho, agregando y fue rara providencia del sabio que es de mi parte, hacer que parezca bacía a todos, lo que real y verdaderamente es yelmo de Mambrino. (25 I) . La misma libertad que Cervantes reclamó para sí como creador, se la concedió a los personajes de su novela.

Por eso mas allá de las confesiones del autor ( todo él - el libro - es una invectiva contra los libros de caballerías, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballería –.24 II-) el Quijote no aparece siempre con el fin paródico que ellas harían presumir. Aparte de los ingeniosos juegos creativos basados en la locura del protagonista, (locura fingida según el análisis de algunos exegetas como Arturo Plaja Serrano y Gonzalo Torrente Ballester ya que tenía buen entendimiento y buen discurso en todas las cosas que trataba. – 38 I--- él es un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos – 18 I-) la novela aparece proyectada sobre una trama racional donde la misma locura evoluciona en forma lógica hasta asumir contornos de realidad. Así el escritor es totalmente libre, nada lo condiciona previamente, ni siquiera desde su propia creación. Por eso la libertad alcanza en la cosmovisión de Cervantes, una verdadera categoría literaria donde los personajes nacen y viven sin ataduras, sus historias carecen de narrativas estables o preconcebidas, se mueven en un espacio indeterminado e incluso conviven con otros que han leído la novela de sus aventuras.

Creo que no es necesario abonar con otros argumentos, la afirmación de que la libertad conforma el verdadero universo cervantino y, si ello es así, esa misma libertad no podría dejar de sentirse, fundamentalmente, en la lengua que acaso fue el primero y el mayor de los logros de don Miguel de Cervantes Saavedra al cifrar su ideal lingüístico en el apotegma escribo como hablo, con entera libertad.

Homero no escribió en latín, porque era griego; ni Virgilio escribió en griego porque era latino. En resolución, todos los poetas antiguos escribieron en la lengua que mamaron en la leche y no fueron a buscar las extranjeras para declarar la alteza de sus costumbres; y siendo esto así, razón sería se extendiese esta costumbre por todas las naciones, y que no se desestime el poeta alemán porque escribe en su lengua, ni el castellano, ni aún el vizcaíno, que escribe en la suya ( II 16) El lenguaje puro, el propio, el elegante y claro, está en los discretos cortesanos aunque hayan nacido en Majalahonda: dije discretos, porque hay muchos que no lo son y la discreción es la gramática del buen lenguaje, que se acompaña con el uso. Yo, señores, por mis pecados he estudiado cánones en Salamanca y pícome algún tanto de decir mi razón con palabras claras, llanas y significantes (II 19)

Podemos concluir entonces, que El Quijote es, quizás, el mayor monumento literario que se le ha hecho al hombre, exaltando en cada página, su derecho a la libertad de pensamiento, de ensueño y de palabra. Ricardo Rojas lo sintetizó así: El poema de Cervantes se parece a las catedrales por su libertad creadora, por su elevación idealista, por su amplitud enciclopédica, por sus contrastes violentos, por su dinamismo lírico, por su elocuencia simbólica, por su doctrina moral y por su profusa imaginería, en la que caben figuras de perfecta belleza, de fealdad monstruosa y de fantástica evocación.


Ricardo Ostuni
Académico de Número
Sillón Luis C. Villamayor


Bibliografía: Miguel de Cervantes Saavedra - El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la
Mancha – Editorial Mayfe – Madrid 1947
Jorge Ticknor - Historia de la Literatura Española – Tomo II Edit. Bajel
Bs.As 1948
Sucho Töpf – Impugnaciones – Torres Agüero Bs.As.1990
Consultas por la web
Enciclopedia Encarta
Gonzalo Torrente Ballester – El Quijote como juego – Madrid 1975
Arturo Serrano Plaja – Realismo “mágico” en Cervantes - 1966 Leer más

El Cabildo de Buenos Aires . Historia y polèmica

EL CABILDO DE BUENOS AIRES
Breve historia de su construcción y reformas
y la inconclusa polémica sobre la propiedad
del edificio

escribe Ricardo Ostuni




Desde la década de 1880, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (hoy Jefatura del Gobierno) mantiene un recurrente debate con el Gobierno de la Nación, por la titularidad del dominio del Cabildo local. El tema no es menor ni carece de interés en nuestros días.

Para una mejor comprensión de ambas posiciones, con la mayor economía posible de texto, he de hacer un relato de los aspectos salientes de la cuestión, comenzando por recorrer la historia de la construcción del edificio del Cabildo.

I

Es sabido que el art. 121 de las Ordenanzas de Poblaciones dictadas por Felipe II, establecía que en torno de la Plaza Mayor o del sitio principal de toda ciudad que se fundase en América, debía destinarse un solar para levantar el edificio del Cabildo, institución que regiría su vida jurídica y política:

Juan de Garay, al fundar Buenos Aires en 1580, destinó a ese fin uno de los cuatro solares que componían la manzana enfrente del terreno reservado para Plaza Mayor. Los otros tres se adjudicaron a los vecinos fundadores Rodrigo de Ybarrola, Juan Márquez de Ochoa y Diego de Olabarrieta.

La organización del Cabildo de nuestra ciudad, se hizo a semejanza del Ayuntamiento de León, integrado por Regidores que se elegirían entre los vecinos más antiguos o prestigiosos del lugar. Es curioso el hecho de que, mientras en América el Cabildo multiplicaba sus funciones y su poder con el paso del tiempo, en España el rey Carlos V reducía su competencia hasta prácticamente esterilizarlo.

Durante muchos años el Cabildo de Buenos Aires no contó con un edificio propio. La excusa, para justificar la mora, era la carencia de los materiales adecuados para su construcción ya que la ciudad carecía de piedra por estar asentada sobre un complejo sedimentario de origen marino y terreste de 300 a 450 metros de espesor, aproximadamente.(1) Los cabildantes se reunían, alternativamente, en sus casas contraviniendo expresas disposiciones de las nombradas Ordenanzas de Felipe II. Recordemos, de paso, que al carecer de instalaciones, el Cabildo tampoco podía actuar como Casa de Justicia y Cárcel, situación que se agravó hacia 1603 cuando le fueron encomendadas, además, las funciones de Aduana. Como un paliativo, al año siguiente, el Gobernador Hernando Arias de Saavedra, habilitó algunas dependencias del Fuerte para que les sirvieran de asiento transitorio.

Recién en 1608 el Alcalde Ordinario, Capitán Manuel de Farías, encaró la edificación de una Sala Capitular y de un calabozo en el solar asignado por Garay. Las tapias fueron hechas con barro apisonado en encofrado de madera, tarea que recayó en el alarife Juan Méndez. La tirantería del techo la proveyó Hernando de la Cueva; las puertas y las ventanas las hizo Pedro Ramírez y el frente y las paredes fueron pintadas con cal que, desde Córdoba, enviaba Diego Herrera. Bajo las órdenes del Procurados General Manuel del Corro trabajaba un contingente de aborígenes en el acarreo de leña y tierra para las obras.

Esta primera construcción -una casucha baja y oscura-.fue concluida en 1612. Se la solventó con los derechos de entrada que pagaban las embarcaciones para ingresar al Riachuelo de los Navíos y las carretas que traían leña para el consumo de la ciudad.

De inmediato se le agregaron otras habitaciones: escritorio y vivienda para el Escribano Cristóbal Ramón; vivienda para el portero Juan Durán y su mujer y otras dos para renta, las que fueron alquiladas a Luis Gómez de Lezcano. En 1613 se le incorporaron nuevos calabozos y, por iniciativa de Hernando Arias de Saavedra, el techo de totora fue cubierto con tejas hechas a mano. En ese año de 1613 el Cabildo de Buenos Aires comenzó a sesionar en su nuevo recinto.

Para obtener nuevas fuentes de recursos, el Cabildo decidió dar en alquiler a Juan Cardoso Pardo, una casa levantada en la esquina del solar. El nombrado era un maestro portugués, natural de Lisboa, quien habilitó en la vivienda una escuela para niños, pero visto su poco interés por la enseñanza religiosa –en modo especial, del catecismo- se lo reemplazó en 1616 por Martín Angulo. Cardoso Pardo fue sometido a juicio y cárcel..

Lo precario y el deterioro de la primera construcción, determinaron, hacia 1631, la imposibilidad de seguir sesionando en sus instalaciones, optando los cabildantes por reunirse en la casa del Gobernador Francisco de Céspedes mientras, simultáneamente, resolvían levantar un nuevo edificio.

Las noticias de esta nueva edificación se leen en los Acuerdos de 1662: con el agregado de que para este efecto fue llamado Elias Juan, maestro de carpintero con intervención de Jacome Ferreira Fco. Maestro examinado. Entre los materiales utilizados para la nueva casa, figuran 5000 cañas bravas y 12 umbrales de laurel de palo blanco. Por estas mismas Actas sabemos que el edificio tenía arcadas y dos torres, una en cada extremo, las que se mantuvieron hasta 1692 fecha en que se demolieron por razones de seguridad.

Como hemos anotado, durante todo el siglo XV, las distintas construcciones destinadas para el funcionamiento del Cabildo de Buenos Aires, se hicieron de modo precario, por lo que demandaban arreglos constantes. En 1711 se consiguió la autorización para encarar una nueva construcción pero recién en 1717, el Gobernador Bruno Mauricio de Zabala procuró hacerla realidad. Aún así, habrían de pasar dos años más, hasta que el Hermano Juan Bautista Prímoli SJ –italiano de Milán- presentó los planos del nuevo edificio. Prímoli había llegado a Buenos Aires el año anterior y hubo de hacerse cargo de la construcción del templo de San Ignacio al fallecer el arquitecto Juan Kraus SJ.

La propuesta de Prímoli fue aprobada por el Ingeniero Militar Domingo Petrarca –autoridad en la materia- y remitida a Madrid en 1719 sin lograrse, empero, la autorización para iniciar los trabajos, presumiblemente por la importante inversión que demandaba. Recién en 1722 se le pidió otro proyecto a Domingo Petrarca quien presentó casi una copia del de Prímoli con un costo de 60.000 pesos, lo que determinó su archivo.

En 1725 se pensó en hacer una obra algo más modesta convocándose para ello al Hermano Andrés Blanqui –que había llegado al país en 1717 proveniente de Roma-. Su proyecto concilió las necesidades del Cabildo con las posibilidades presupuestarias. Y no es arriesgado sostener que Blanqui fue el verdadero constructor del edificio del Cabildo de Buenos Aires.. Como lo expresa Manuel Bilbao, las obras comenzaron en 1725 por más que la fachada del Cabildo ostente la leyenda del año de 1711.

Según algunos autores Blanqui tomó como modelo el edificio del Colegio de los Jesuitas de Milán. Su proyecto constaba de dos plantas en forma de U. En la parte alta ubicó la Sala Capitular y en la baja la Capilla, las oficinas para el Escribano, los Cabildantes y los calabozos. El frente lo concibió de gran espesor y simétrico. Once arcos de medio punto en cada uno de los pisos y un cuerpo central sobre el que se alzaba la torre cuadrada rematada por una pequeña cúpula poligonal con techo de latón; a lo largo de todo el frente, un balcón con barandillas y ménsulas de madera .


La construcción fue muy lenta. Las obras estuvieron prácticamente detenidas durante la ausencia de Blanqui quien, simultáneamente, se ocupó de levantar las instalaciones de la Compañía de Jesús en Córdoba (1728) y de diversos trabajos en la Catedral Metropolitana (1734). Recién volvieron a tomar impulso en 1747 cuando se hizo cargo Ingeniero coronel Diego Cardoso, sucesor de Petraca a la muerte de éste. Aún así recién en 1764 se construyó la torre modificada de acuerdo con los planos del arquitecto español José Antonio Ibáñez. Al año siguiente se colocó el primer reloj, que fuera traído de Cádiz, gracias a la gestión que realizara el Procurador de la Ciudad ante Carlos III. Este reloj empezó a funcionar el 1 de enero de 1765 y su atención estuvo a cargo del maestro relojero Luis Cachemmaille. Vale aclarar que no fue el primer reloj público que tuvo la ciudad ya que en 1714 se había ubicado uno en la torre que tenía la Iglesia de San Ignacio.

En 1766 se colocó la campaña que llevaba el nombre de “Nuestra Señora de la Concepción” y tenía en un lado la imagen en relieve de la Virgen rodeada de estrella; del otro, una cruz y la siguiente inscripción: Sn. Martín Obispo Me fecit Johannes Perez Anno 1763 Na Sa de la Concepción. Había sido fundida por el tal Juan Pérez; tenía 1,50 m. de altura y 827 kilogramos de peso y resolvía el problema de convocar a los Cabildantes: ya no habría que concurrir a sus casas para entregarles en mano los avisos de sesiones, sino tañer, en la tarde anterior, 24 veces la campana y otras tantas el día de sesión entre las 7,30 y las 8 de la mañana. El Gobernador Francisco de Paula Bucarelli, asumido ese año, mandó silenciar la campana al poco tiempo imponiendo nuevamente el citatorio personal.

En 1783 se terminó la construcción de la capilla y al año siguiente se agregaron dos nuevos calabozos. Para 1805 se concluyó la Recova Vieja.

En 1830 se redujo la extensión del balcón limitándolo a los tres arcos centrales y en 1845 se agregaron dos campanas más: la San Martín o campana menor y la Stella Matutina o mayor. En 1860 fue reemplazo el reloj de 1765 por otro que la Municipalidad adquirió en Europa. En la Memoria Municipal de 1860 se lee que para su instalación fue necesario modificar la torre colocando una cómoda y sólida escalera de mármol en reemplazo de los restos de la de madera deteriorada que había. Las ventanas (de la torre) han sido ensanchadas para colocar en ellas las esferas y tienen fuertes persianas de hierro fijas. El esterior (sic) de la torre fue revocado y adornado con azulejos. Se colocó un hermoso globo de metal dorado de donde parte un pararrayos que tampoco existía así como una veleta con indicación de los puntos cardinales. Hubo en el seno de la Municipalidad el pensamiento de alterar la torre levantándola, pero se resolvió dejarla como es, haciendo solamente en ella las obras indicadas.. .

El reloj fue contratado a la firma inglesa Thwaites & Reed por medio de sus representantes en la Argentina los señores Jaeggli & Diavet relojeros establecidos en calle del Perú n* 3
. :
En 1879 –cuando el Cabildo era asiento de la Casa de Justicia. y pese a lo manifestado en la Memoria Municipal de 1860, se modificó la torre. El proyecto fue del arquitecto Pedro Benoit y el 24 de octubre de ese año el Gobernador Carlos Tejedor promulgó la ley respectiva que autorizó a elevarla, azulejándose la cúpula, además de reformar los balcones y las columnas dándole un aire renacentista totalmente ajeno a al estilo original del edificio Entre las obras autorizadas y no realizadas –felizmente- estaba también la colocación de una estatua en la cúspide de la torre, simbolizando a la Justicia y otras doce estatuas en la azotea, más una balaustrada en el frente. Durante las obras de remodelación fueron descubiertos antiguos túneles, una caja fuerte de la época del virreinato, armas y elementos de entonces e incluso las trenzas de los soldados del Regimiento de Patricios que Belgrano mandó a cortar el 7 de noviembre de 1811.(2)

En 1881 se revocó la torre y se le colocaron vidrios en la cúpula la que, por las noches, simulaba ser un faro en lo alto de la ciudad.

Con motivo de la apertura de la Avenida de Mayo en 1889 fueron demolidas tres arcadas del ala norte del edificio central y la Casa de Policia contigua. Asimismo el 4 de enero de ese mismo año el Intendente (int) Guillermo A. Cranwell autorizó la demolición de la torre del Cabildo, trasladándose el reloj y la campana a la torre del Templo de San Ignacio. El 15 de abril el Cabildo ya estaba sin torre.

En 1891 el Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, por nota que firmaron su presidente, don Tomás Santa Coloma y su secretario don Francisco Argerich, presentó un proyecto de restauración del Cabildo para recuperar la Sala Capitular donde se había proclamado la libertad el 25 de mayo de 1810. Se nombró una comisión al efecto integrada por el General Bartolomé Mitre, D. Andrés Lamas, D. Francisco Pascasio Moreno, D. Tomás Santa Coloma y el Concejal Fermín Rodríguez. Mitre renunció por razones de salud y Andrés Lamás falleció al poco tiempo, por lo que la Comisión quedó disuelta y el proyecto archivado.

El histórico Cabildo corrió el riesgo de desaparecer en 1905 cuando se lo intentó demoler para construir en el terreno el Palacio Municipal. Y un nuevo agravio en la arquitectura de su edificio, sufrió en 1931 al perder otros tres arcos, en su ala sur, para la apertura de la Diagonal Julio Argentino Roca. Nuevamente se intentó su demolición hasta que un proyecto del diputado Carlos Alberto Pueyrredón se convirtió en la ley 11.688 del 30 de mayo de 1933 por el cual se lo declaró Monumento Histórico Nacional. Curiosamente, tres años más tarde, el 28 de octubre de 1936, el Consejo Deliberante porteño aprobó una minuta por la cual se solicitaba al Intendente que gestionara idéntica declaración.

Finalmente el 20 de diciembre de 1939 el Poder Ejecutivo Nacional nombró una Comisión encargada de realizar los estudios técnicos para restauración y reconstrucción definitiva del Cabildo. La integraban los señores Antonio Vaquer –Director de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas-; Martín S. Noel –Miembro de las Academias Nacionales de Historia y Bellas Artes- y Mario J. Buschiazzo –arquitecto adscripto a la Comisión Nacional-. La presidencia quedó a cargo del doctor Ricardo Levene.

El arquitecto Buschiazzo presentó un proyecto de restauración y de reconstrucción de algunas partes, tomando como antecedente una pintura del Cabildo realizada por Carlos Enrique Pellegrini en 1829 Las obras fueron inauguradas el 12 de octubre de 1940.

II

Hasta aquí, con trazos gruesos, he delineado la historia del edificio en cuestión. El debate sobre la titularidad de su dominio esta inconcluso.. Desde 1859 la Ciudad le arrendó a la Nación distintas oficinas para el funcionamiento de las Escribanías de Registro y otras dependencias. En 1881, cuando estaba ocupado por los Tribunales de Justicia, la Municipalidad de Buenos reclamó su devolución; en 1958 el Intendente Hernán Giralt insistió con la ponencia: Solicitamos la devolución del Cabildo a la Municipalidad de la Ciudad fueron las palabras que reprodujo el diario La Nación del 14 de septiembre. El 22 de agosto de 2001 un grupo de Legisladores Nacionales por la Capital Federal, los Diputados José María García Arecha, Carlos Corach y Pedro del Piero, presentaron una iniciativa en el mismo sentido.

En el Boletín Municipal del 20 de julio de 1932 –pag. 1496 y siguientes- se publicó el informe que el Intendente Municipal D. Rómulo S. Naón, -con el refrendo del Secretario de Obras Públicas, Higiene y Seguridad de la comuna, D. Miguel M. Padilla- elevó al Ministro del Interior Dr. Leopoldo Melo, mencionando los antecedentes y datos relacionados con la propiedad del edificio del antiguo Cabildo de Buenos Aires.

El Intendente Naón hizo referencia a un pedido expreso del H. Concejo Deliberante en tal sentido, formulado por Expte. 32.446 C. 1919, aclarando además que esta gestión de la rama deliberativa del Gobierno Comunal no es nueva; sólo vuelve al tapete una cuestión debatida desde largos años atrás y que nunca se ha aclarado por que en múltiples ocasiones se ha negado que la Municipalidad sea, en absoluto, la sucesora del extinguido Cabildo colonial.

El tema se reactualizó en 1932 porque la Comuna se vio en la imperiosa necesidad de hacer economías efectivas, eliminando los crecidos renglones que, en concepto de alquileres para sus oficinas, pesan sobre el presupuesto y la conveniencia de reunir en un solo edificio tan próximo a su sede central, las distintas dependencias dispersas por distintos parajes, si bien al finalizar el párrafo expone de modo contundente que, por otra parte, sólo persigue la vuelta al dominio comunal de un bien, cuya propiedad, es indiscutible. A continuación, párrafo a párrafo, volcó las razones de orden histórico y jurídico que avalan su petición.

Comenzó por señalar que ya en junio 28 de 1908 el Poder Ejecutivo ejercido entonces por el Dr. Figueroa Alcorta, negó que la Municipalidad de Buenos Aires, fuese sucesora del dominio del extinguido Cabildo y ello le impone la obligación de demostrar acabadamente los títulos con los cuáles la Comuna reivindica esa sucesión, tango más cuánto el 17 de octubre de 1905 el señor Intendente D. Carlos Rosetti, solicitó la entrega del Cabildo, no teniendo nunca respuesta esa nota, como tampoco la que en Marzo 27 de 1909 dirijiese (sic) el señor Intendente D. Manuel J. Gûiraldes.

Señaló el Dr. Rómulo S. Naón que le corresponde al Cabildo de Buenos Aires el solar que ocupa por el auto de reparto y distribución de tierras que hiciera don Juan de Garay en la segunda fundación de la Ciudad en 1580 y recordó que el 25 de noviembre de 1718, la corporación decide construir el edificio para su sede y se proyecta el mismo que existe actualmente, cuyo plan, fechado en 1719, existe aún en el Archivo de Indias. La ejecución de la obra estuvo a cargo “exclusivo” de los vecinos de Buenos Aires, como lo prueba acabadamente la vista fiscal de Abril 26 de 1721, lo que demuestra su carácter eminentemente local, deslindado del gobierno general de la Colonia.

Producido el movimiento revolucionario de 1810, surge mucho más claro este carácter local, puesto que el Cabildo pasó a ejercer funciones meramente municipales, ya que las de otro orden fueron ejercidas bien por la Junta Gubernativa (que se instaló en dependencias del Fuerte), bien por el Triunvirato o por el Director Supremo. El Cabildo por su parte, como autoridad local, eligió sus nuevos miembros el 3 de octubre de 1810 quedando integrado con Domingo Igarzábal como Alcade de Primer Voto, Atanasio Gutiérrez como Alcalde de Segundo Voto y los Regidores Manuel Aguirre (Alférez Real), Francisco Ramos Mejía (Defensor de Menores) Ildefonso Passo (Defensor de Pobres) Eugenio Balvastro, Juan Pedro Aguirre, Pedro Capdevila, Martín Grandoli y Juan Francisco Seguí, actuando como Procurador General el Dr. Miguel Angel Villegas. Estas autoridades comunales juraron ante la Junta de Gobierno.

El 24 de Diciembre de 1821, el Presidente (sic) Bernardino Rivadavia dictó la ley que suprimió los cabildos, estableciendo precisamente que ello era hasta “que la representación crea oportuno establecer la ley general de las municipalidades”. Y concluyó en este sentido el Dr. Naón, que en forma clara y precisa, esta ley responde (es decir, equipara) el concepto de Cabildo con el de Municipalidad. En opinión del historiador Carlos Segreti (3) no hubo acierto en la supresión de los cabildos porque se hizo desaparecer el régimen municipal; la mejor prueba de esto es que, después de Caseros, se hará renacer a éste que sigue vigente aún y cuya utilidad nadie discute.

La situación no cambió hasta que el General Urquiza, en su carácter de Director Provisorio de la Confederación Argentina, dictó su magistral decreto sobre Municipalidades en 1852, (Decreto del 2 de septiembre estableciendo una Municipalidad para la Ciudad de Buenos Aires) en cuyo artículo 67 se dispuso que pertenecen a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires las casas y temporalidades del extinguido Cabildo; la de la Cuna, Huérfanos y todas las que estén alquiladas a nombre del Estado o no sean o no estén apropiadas a su servicio.

El mencionado decreto rigió hasta el 6 de mayo de 1853, cuando el Congreso General Constituyente reunido en la ciudad de Santa Fe, sancionó una ley que en lo sustancial no difiere del decreto antes referido. (art. 68 y 69). Sin embargo, al año siguiente, la Cámara de Representantes y de Senadores de la Provincia de Buenos Aires, enfrenta nuevamente el problema de la Municipalidad porteña, y el 11 de octubre sancionó la Ley de Municipalidades, que en su artículo 43 respeta textualmente el artículo 67 del decreto de Urquiza -el que amplía y completa en el artículo 44 estableciendo que pertenecen a la misma Corporación (es decir a la Municipalidad de Buenos Aires) todos los terrenos públicos que se hallen comprendidos en el distrito municipal, ya sea que estén baldíos o arrendados- y por supuesto los artículos 68 y 69 de la ley de 1853. Claramente queda expresado en todos esos documentos que la Municipalidad fue siempre la titular del edificio del Cabildo aún cuando no lo ocupase en su totalidad.

El art. 11 de la Ley del 30 de septiembre de 1860 sancionada por el Congreso de la Confederación Argentina, como asimismo la sancionada el 3 de Octubre de 1865, ratificaron las anteriores disposiciones., especialmente la última al determinar que pertenecen a la Municipalidad los establecimientos y fincas que se hallaren bajo la Administración de la misma.

La cuestión reivindicatoria sobre el edificio del Cabildo, tuvo comienzos por 1881 cuando el Procurador Dr. Luis Belaustegui, en su dictamen respecto del tema, estableció fehacientemente que desde 1859 la Municipalidad le arrendaba al Gobierno oficinas del Cabildo para las Escribanías de Registro y de Actuación, constituyendo estos arrendamientos una parte de su renta, como lo prueban las memorias municipales de esos años. Estas locaciones, sostenía el Dr. Belaustegui, sólo constituían la transmisión de un derecho de uso, pero nunca de la titularidad del dominio. En realidad el motivo que suscitó la cuestión fue que, con motivo de la federalización de la ciudad de Buenos Aires, el Gobierno de la Provincia quiso transferirle a sus autoridades municipales, el mantenimiento del reloj del Cabildo enviándole, a ese efecto, las llaves que hasta ese momento estaban en poder del relojero Luis Barrera. La Municipalidad de la ciudad se negó a aceptarlas si conjuntamente no se le hacía entrega del edificio, que le correspondía por razones jurídicas e históricas y que hasta ese momento era ocupado por los Tribunales de la Provincia.

A mayor abundamiento –como también lo señala el Intendente Naón- existen otros dos argumentos que refirman los derechos de la ciudad. En la página 30 de la Memoria Municipal de 1858 consta que es la Municipalidad, con sus propios letrados, la que sigue el juicio en la donación hecha por D. Juan Manuel de Rosas de un parte del antiguo Cabildo; y en 1879, a solicitud del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, la Municipalidad confeccionó una lista de las propiedades comunales en la que incluyó el edificio del Cabildo, sin que el Poder Ejecutivo jamás observara como indebida esta inclusión. Por otra parte, en 1881 la Municipalidad entabló un reclamó al Gobierno Nacional por los alquileres impagos del arrendamiento de oficinas en el Cabildo. Ello que motivó la intervención de la Contaduría General de la Nación la que se expidió considerando absolutamente legítimo el reclamo.

El Intendente D. Rómulo S. Naón concluye su nota puntualizando que la claridad con que constan documentadamente los hechos anteriores y disposiciones legales, permiten arribar a conclusiones jurídicas terminantes. El Código Civil establece que son bienes municipales los que el Estado los gobiernos han puesto bajo el dominio de las Municipalidades. De los antecedentes analizados surge que desde la emancipación ha estado bajo el dominio de la Municipalidad el edificio del Cabildo.

Hasta aquí he relatado, sucintamente, la historia del edificio del Cabildo de Buenos Aires y los derechos que invoca la Ciudad para reclamar su posesión..

Es posible que por vía de una interpretación ajena a los aspectos históricos y jurídicos, el Cabildo permanezca aún bajo la administración del Gobierno Nacional. Se invoca el sentimiento del país que, supuestamente, siente como propio todo aquello que se vincula entrañablemente a los días del nacimiento de la patria. Desde ese punto de vista, si hemos de sostener que el Cabildo tuvo el máximo protagonismo en los decisivos días de mayo, hemos de coincidir también en que la Plaza vecina no quedó a la zaga. En el Cabildo se reunieron los representantes del pueblo, pero en la Plaza estaba nada menos que el pueblo. Si el criterio fuese que el edificio debe ser nacional porque albergó a los hombres de la gloriosa gesta de nuestra libertad, también debiera serlo el ámbito de la Plaza que le dio marco desde donde surgió el primer clamor popular. Por extensión de este criterio, el estado nacional podría avanzar en todo el territorio del país declarándose titular del dominio de cuanto edificio, solar, sitio, campo de batalla, etc. se vincule con sucesos fundadores de nuestra nación. (4)




(1) Juan José Nágera/Puntas de Santa María del Buen Aire/Cuadernos de Buenos Aires MCBA 1971
(2) Carlos L. Krieger/Túneles con misterio/Ediciones República de San Telmo 1971
(3) Carlos S.A. Segreti /Bernardino Rivadavia, hombre de Buenos Aires, ciudadano argentino-
Biografía/- Planeta 1999
(4) Edificios históricos como la Casa de la Independencia en Tucumán y el Cabildo de Salta, por ejemplo,
están en el dominio de la nación como consecuencia de cesiones hechas por las respectivas
provincias. Ni la provincia, ni la ciudad de Buenos Aires, produjeron acto alguno de disposición sobre
el edificio del Cabildo porteño.


RICARDO A. OSTUNI



Resumen El edificio del Cabildo
Por Ricardo Ostuni

El trabajo puede dividirse en dos partes: la primera se refiere a la historia del edificio, desde que Juan de Garay en 1580 le destinara uno de los cuatro solares que componían la manzana frente al terreno reservado para Plaza Mayor hasta la reforma inaugurada en 1940; y la segunda que contiene los argumentos de orden histórico y jurídico que avalan el reclamo de la Ciudad de Buenos Aires sobre la titularidad de dominio del mismo.

La organización del Cabildo se hizo a semejanza del Ayuntamiento de León: fue integrado por Regidores elegidos entre los vecinos mas antiguos y prestigiosos del lugar.

Durante muchos años el Cabildo de Buenos Aires no contó con edificio propio. Los cabildantes se reunían en sus casas (en contra de lo dispuesto en las Ordenanzas de Felipe II). La institución al carecer de edificio no podía cumplir con sus funciones de Casa de Justicia y Cárcel y, a partir de 1603, de Aduana, por lo que en 1604 se le habilitaron dependencias en el Fuerte.

La primera edificación se encaró en 1608 construyéndose, con barro apisonado y encofrado de madera, la Sala Capital y un calabozo. Las obras las dirigió el alarife Juan Méndez. Era una casucha baja y oscura pintada a la cal que recién estuvo concluida en 1612. En 1613 se le agregaron nuevos calabozos y el techo se de totora se cubrió con tejas hechas mano, por iniciativa de Hernando Arias de Saavedra. En esta fecha el Cabildo realizó sus primeras reuniones en casa propia.

En 1631 era tal el deterioro que se hizo imposible seguir sesionando en ella. Los cabildantes pasaron a reunirse en la casa del Gobernador Francisco de Céspedes. Se resolvió levantar un nuevo edificio del que se tiene noticia en los Acuerdos de 1662: el edificio tenía arcadas y dos torres, una en cada extremo, que se mantuvieron hasta 1692 en que se demolieron por razones de seguridad.

En 1711 se logró autorización para encarar una nueva construcción. En 1719 el Hermano Juan Bautista Prímoli SJ –italiano de Milán- presentó los planos que fueron remitidos a Madrid sin lograrse la aprobación por la inversión que demandaba la obra.

En 1725 el Hermano Andres Blanqui presento un proyecto mas modesto, basado en el edificio del Colegio de los Jesuitas de Milán y dieron comienzo las obras. Las obras no avanzaron con celeridad y, por el contrario, estuvieron detenidas varios años. Retomaron impulso en 1747. En 1764 se construyó la torre modificando el plano original. En 1765 se colocó el primitivo reloj traído de Cádiz que empezó a funcionar el 1 de enero. Al año siguiente se colocó la campaña que llevaba el nombre de Nuestra Señora de la Concepción y tenía de un lado la imagen en relieve de la virgen rodeada por estrellas y del otro una cruz con inscripción Sn Martín Obispo Me fecit Johannes Perez Anno 1763 Na Sa de la Concepción. Tenía 1,50 m de altura y 827 Kg. de peso. Esta campana fue la convocó al pueblo en los días de mayo de 1810.

En 1783 se terminaron las obras de la Capilla y en 1784 se agregaron dos calabozos. En 1805 se construyó la Vieja Recova. En 1830 se redujo la extensión del balcón y se agregaron dos campanas más la San Martín o campana mejor y la Stella Matutina o mayor. En 1860 se reemplazo el reloj.

En 1789 cuando el Cabildo era Casa de Justicia se modificó la torre elevándola. El edificio tomó un aire renacentista ajeno a su estilo original.

Con motivo de la apertura de la avenida de Mayo en 1889 se demolieron tres arcadas del ala norte del edificio central y la casa de Policía contigua. En abril de ese año se demolió la torre. En 1931 perdió otros tres arcos del ala sur para dar paso a la apertura de la diagonal Julio A, Roca.

Finalmente el 30 de mayo de 1933 el congreso aprobó por ley 11.688 la declaración de Monumento Histórico Nacional y el 20 de octubre de 1939 se nombró una comisión encargada de realizar los estudios para su restaruración y reconstrucción. El proyecto es del arq. Buschiazzo en base a una acúrela de Carlos Enrique Pellegrini de 1829. Las obras se inauguraron el 12 de octubre de 1940.

Desde 1881 la ciudad de Buenos Aires viene reclamando la titularidad del dominio del edificio del Cabildo. Idénticas gestiones se hicieron por ante el Presidente de la Nación en 1905, 1907 y 1909-

En 1932 el Intendente Rómulo Naón insistió con el reclamo. Sostuvo que según constan en los antecedentes que existen en el Archivo de Indias, la ejecución del Cabildo se hizo a cargo exclusivo de los vecinos de Buenos Aires, como lo prueba acabadamente la vista fiscal de abril 26 de 1721.

Agregó que, en 1821, al suprimir los cabildos el decreto de Rivadavia (equivocadamente lo menciona como Presidente Rivadavia) estableció que ello era hasta que la representación crea oportuno establecer la ley general de municipalidades, con lo que en forma clara y precisa equipara el concepto de Cabildo al de Municipalidad.

Pasó luego revista a los decretos y leyes sobre creación de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires –desde el 2 de septiembre de 1852 hasta el 3 de octubre de 1865- los cuales determinaron que pertenecen a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires las casas y temporalidades del extinguido Cabildo.....

Citó el dictamen del Procurador Luis Belaustegui producido en 1881 quien dejó perfectamente probado que la ocupación de las instalaciones por organismos de la Provincia y de la Nación, sólo constituyó la transmisión de un derecho de uso por parte de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires pero nunca la titularidad del dominio.

Se refirió el Intendente Naón al carácter de parte que tomó la Municipalidad, en 1858, en el juicio por la donación hecha por Juan Manuel de Rosas de una parte del antiguo Cabildo sin oposición alguna ni de la Provincia ni de la Nación De idéntico modo estableció que la Contaduría General de la Nación consideró absolutamente legítimo el reclamo de la Municipalidad por los alquileres impagos del arrendamiento de oficinas del Cabildo y el consentimiento que se dio a la lista de propiedades comunales, confeccionada en 1789, en la que se incluía el edificio del Cabildo.

Todos estos hechos mas otras consideraciones de carácter histórico, refirman que el dominio está en cabeza de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Leer más